Crisis migratoria y Tratado de Shengen en la Unión Europea

Por: Prof. Dr. Carlos Eduardo Daly Gimón

2015 es el año en que  toma impulso la mayor crisis migratoria hacia europa desde finales del siglo XX.

Las cifras de ACNUR (ONU) refieren que son más de 972.500 los migrantes  para el año que acaba de finalizar, y no pareciera que en los próximos meses esa avalancha de personas se detenga.

En ello están fundamentalmente involucrados los 28 países que conforman la Unión Europea, por lo que más que un problema de carácter nacional, se trata de un tema internacional que además plantea interrogantes de compleja solución en el marco del proyecto integracionista mas importante de la economía global.

La raíz de tan importante fenómeno migratorio son antes que nada los diversos conflictos armados en el Medio y Lejano Oriente, Asia y Africa. Particularmente la guerra civil en Siria, conflictos armados internos en Afganistán e Irak, y enfrentamientos locales en Líbano, Turquía, Jordania y Pakistán. 

También cuenta en el desarrollo de los flujos migratorios la situación de pobreza que caracteriza a numerosos países africanos que vienen a alimentar con personas, familias, niños, cada vez más numerosos en búsqueda de empleo, mejor calidad de vida, estabilidad y porvenir. 

Queda, junto a los factores mencionados, la persecusión en regímenes políticos autoritarios contra disidentes u opositores, guerras tribales y las más profundas desigualdades socio-económicas fruto de políticas estatales ineficientes e injustas.

Ello no es nuevo, es cierto, pero lo que ha venido relanzando la salida desesperada de personas hacia europa occidental es la profundización de las causas referidas, sin que se hayan tomado medidas apropiadas o iniciativas destinadas de corregirlas. En ello va una responsabilidad político-militar de las potencias europeas.

Ahora bien, frente a un fenómeno social de tal envergadura, la Unión Europea se ha visto desbordada por la llegada masiva de inmigrantes. A esta altura se estima que solamente en 2015 murieron más de 4.000 (ACNUR-ONU) personas en el mediterráneo y en las vías terrestres de acceso a europa occidental. 

Más allá de la exactitud de los registros, se trata de una evidente improvisación que raya en una crisis humanitaria de enormes proporciones, y que el manejo de los gobiernos junto a la presencia de mafias que se aprovechan de la desesperación de los migrantes, ha contribuido a crear la sensación de que los gobiernos mediante sus cuerpos de seguridad de estado están más que todo interesados en sus propias fronteras antes que acoger a las masas de migrantes en búsqueda de una vida mejor.

Más aún, las acusaciones recíprocas entre miembros de la UE por no hacerse una repartición equitativa del número de inmigrantes, los reclamos de algunos gobiernos respecto de los demás por la falta de proporcionalidad en la recepción de inmigrantes y hasta de refugiados, permite hacerse una opinión muy ligera e inmediatista de esta problemática.

Los tratados de Shengen (1985) y lo que de ellos se deriva se inscribe en esa perspectiva.

De la idea original de una frontera interna  que permitiera una libertad de tránsito a los ciudadanos de los países signatarios, se ha pasado a restricciones cada vez rigurosas. 

Ya el concepto intrínseco de la legalidad de Shengen, en la práctica, ha venido tomando retirada pues el reparto de refugiados no solamente genera conflictos interestatales, sino que exacerban el nacionalismo y por ende dudar de los límites del compromiso del proyecto comunitario de integración.

Probablemente, según sostienen analistas prestigiosos, el cumplimiento de Shengen (Bulgaria, Croacia, Chipre, Irlanda, Rumanía y Reino Unido no forman parte de estos acuerdos) requiere sanciones de las instituciones comunitarias para que se detengan esas acciones de gobiernos que se ven resolviendo los problemas de los flujos migratorios desde una perspectiva nacional, con sus exigencias y requisitos propios, exclusivos, patrióticos.

Esperamos que los países de la Unión Europea realmente comprometidos con el proyecto integracionista reafirmen, a la luz de la coyuntura actual, el espíritu de Shengen y abandonen esas iniciativas que quieren retroceder al ámbito del nacionalismo anacrónico el compromiso comunitario europeísta.

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