Prof.
Dr. Carlos Eduardo Daly Gimón
Después de más de 8 años de severos desequilibrios económicos y sociales, Grecia culmina su Tercer Programa de Asistencia y celebra el acuerdo “histórico” logrado con el Eurogrupo y el FMI.
Este largo período es el más complicado y adverso que haya enfrentado nación alguna miembro del proyecto comunitario europeo.
Veamos.
El elevado e insostenible endeudamiento público de Grecia ha jugado un papel determinante, junto a los desajustes presupuestarios, manejos inescrupulosos de las cuentas nacionales, la inestabilidad bancaria y las fluctuaciones bursátiles.
Todo ello condujo a una profunda crisis de confianza en las capacidades reales de la economía, y, consecuentemente, a su salida de los principales mercados financieros; cerrándole así el camino al financiamiento internacional.
Probablemente también jugó un papel importante la elevadísima evasión fiscal, la ausencia de estructuras institucionales, o la falta de adecuación del sistema económico griego a la moneda única europea.
Ciertamente, la estrategia de rescate impuesta por las instituciones acreedoras a Grecia resultó muy severo, afectó importantes avances logrados en el Estado de Bienestar [2] y se convirtió en la piedra de tranca de la recuperación económica y de la propia estabilidad de su modelo político.
Esos programas de ajuste también significaron rebajas significativas en los sueldos y salarios de los funcionarios públicos, aumento en la edad de la jubilación, incremento del IVA y de otras contribuciones fiscales y parafiscales, así como el compromiso de adelantar un conjunto de medidas de austeridad y privatizaciones de activos gubernamentales.
La firme oposición de sindicatos, organizaciones políticas y amplios sectores populares desestabilizó el gobierno encabezado por Yorgos Papandreu del Movimiento Socialista Panhelénico (PASOK), quién se comprometió a revisar las medidas altamente cuestionadas por la gran mayoría de los sectores sociales.
En noviembre de 2011, el gobierno presenta su dimisión. Dos días después asume el gobierno Lukás Papadimos.
El mes de febrero de 2012, la eurozona aprueba un segundo préstamo por la cantidad de 130.000 millones de euros hasta 2014 a cambio de autorizar la supervisión de la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI. Ello implicó no solamente extender el primer préstamo concedido dos años atrás, sino que el monto de la deuda con los acreedores alcanzó los 230.000 millones de euros, en medio de una intensa recesión económica e inestabilidad política.
Ese gobierno apenas duraría cuatro meses, pues en junio de 2012 es elegido primer ministro Andonis Samarás, quién promueve un nuevo y riguroso plan de austeridad válido para 2013 y 2014.
Llega el tercero y más intrincado rescate en el año 2015 con el partido Syriza en el poder; A. Tsipras es su principal líder.
En aquel momento, la amenaza de una cesación de pagos junto a un eventual colapso bancario y, la salida de Grecia de la zona euro, eran los factores decisivos en la mesa de negociación.
El eminente profesor Joseph Stiglitz, Nobel de Economía, dio una importante entrevista a la BBC Mundo en junio de 2015 en la que califica de indignantes las condiciones impuestas por las naciones acreedoras europeas, y agrega: ”La exigencia (por parte de los acreedores) de que (Grecia) llegue a un superávit fiscal de 3.5% antes de 2018 es una garantía de que el país seguirá experimentando una depresión. Para mi es obvio que la austeridad ha fracasado”[3].
Criterio ampliamente compartido por líderes nacionales y voceros de la sociedad civil griega.
Como salida a la compleja coyuntura que las medidas económicas anticipaban, A. Tsipras convoca a un referéndum para el 5 de julio de 2015, en el que se rechaza categóricamente el conjunto de condiciones propuestas por los acreedores. La incuestionable respuesta fue que más del 61% de los electores vota contras las recomendaciones contenidas en el Plan de Ajuste propuesto por los técnicos de Bruselas.
Dada la gravedad de la situación y en pleno proceso de avances y desencuentros, el 16 de julio se autoriza un aporte con carácter urgente de unos 7.160 millones de euros a través del Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera. Un mes más tarde se llega a un acuerdo preliminar con las instituciones acreedoras, lo que suponía un tercer rescate por el orden de los 86.000 millones de euros.
No obstante, ante la negativa de los acreedores de prorrogar los pagos de la deuda soberana griega, el gobierno emite un decreto en el que ordena el cierre de bancos, de la Bolsa, limitaciones al pago de efectivo por cajeros automáticos y solicita que se extiendan los pagos pendientes con las instituciones acreedoras. Es el temido “corralito” ya conocido en Argentina entre diciembre de 2001 y el 2 de diciembre de 2002.
En ese contexto, renuncia el primer ministro A. Tsipras y convoca a nuevas elecciones para el 20 de septiembre, en las que resulta ganador.
Desde entonces el gobierno griego de A. Tsipras no ha tenido más opción que aplicar las recomendaciones de sus acreedores, entre las que destacan medidas bancarias, fiscales y liberalización de mercados.
La deuda externa alcanza unos 320.000 millones de euros (US$ 350.000 millones), el acceso a los mercados financieros ha estado limitado y se ha aplicado un Plan de Austeridad muy severo y riguroso que afecta amplios sectores sociales.
Desde entonces han transcurrido tres años, y Grecia ya está en condiciones de finalizar la era de los rescates, al menos en lo inmediato. Atenas acaba de recibir el último préstamo de esa retahíla de aportes por la cantidad de 15.000 millones de euros.
Es sin duda muy relevante que a partir de este 20 de agosto Grecia podrá asistir por cuenta propia a los mercados internacionales, más allá de la tutela tradicional de sus exigentes acreedores (FMI y la UE).
Y tendrá, de igual manera, una mayor flexibilidad en el manejo y decisiones de la política económica griega.
Pero la crisis griega no llega todavía a su fin.
Algunas variables fundamentales han sin duda mejorado.
En 2017 Grecia experimentó un crecimiento económico de 1.3%, y los pronósticos sugieren un 2% para 2018, y los años siguientes.
El desempleo sigue siendo uno de los más elevados de Europa Occidental, aunque los datos de 2017 lo ubican alrededor del 20,5%, bastante más bajo que el pico registrado en 2013 cuando se elevó hasta un 27,9%.
Otros indicadores son menos satisfactorios.
El consumo doméstico de 2017 bajó en un 1% anual, la tasa de inversión interna también descendió en un 8%.
En el plano social, la pobreza de un 35% de la población es una carga muy pesada, de consecuencias inmediatas e inadmisibles, y las pensiones de vejez siguen representando una parte importante del ingreso de amplios sectores populares.
A todas luces, la nación helénica guarda cierta vulnerabilidad; falta mucho trecho por recorrer para salir de manera definitiva de la crisis de la deuda soberana.
La deuda externa ha sido finalmente reestructurada, lo cual es mucho decir dado que ese ha sido su problema fundamental.
Para tener una referencia macroeconómica específica y suficientemente reveladora, la deuda externa de Grecia representa hoy día alrededor del 180% de su PIB.
Además, no podemos olvidar que esa deuda tiene que ser cancelada, lo cual implica que los intereses empezarán a pagarse a partir de 2032, y según los datos disponibles, el plazo de devolución aumenta en diez años [4].
Analistas y expertos dudan seriamente de que Grecia llegue a pagar la totalidad de la deuda contraída con las instituciones comunitarias.
Probablemente sea más acertado afirmar que llegará el momento en que habrá que proceder a las exoneraciones o suspensiones de los montos adeudados en un futuro no muy lejano.
Alemania tiene mucho que decir al respecto porque como es bien sabido, es titular de más del 60% de esas acreencias. Ello sin entrar a considerar que pasaría si la economía griega se estanca o, mutatis mutandis, la recuperación económica no se da en los términos previstos.
Grecia supera paso a paso el mayor rescate de la historia pero seguirá siendo vigilada por la Troika - Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional - cada tres meses y cumplirá una austeridad presupuestaria por cuatro años más.
Según las encuestas de Julio de 2018, el partido Nueva Democracia de tendencia conservadora supera por más de 15 puntos al izquierdista A. Tsipras del Syriza. Hay elecciones en 2019. Ya veremos.
El Primer
Ministro de Grecia Alexis Tsipras puede respirar con relativa tranquilidad por
estos días, al menos en cuanto a las decisiones macroeconómicas de corto plazo
se refiere.
La
evaluación del programa de asistencia financiera de mayo de 2018 por parte de
los principales representantes de sus acreedores (CE, BCE y FMI), la aprobación
de la última parte de los aportes por la cantidad de 15.000 millones de euros, y
la presentación del Plan “Estrategia de crecimiento para el futuro” han
permitido cerrar el ciclo de grandes aportes financieros al que ha tenido que
recurrir para salir de la inmensa crisis que sacude la economía de su país desde
2010.
Después de más de 8 años de severos desequilibrios económicos y sociales, Grecia culmina su Tercer Programa de Asistencia y celebra el acuerdo “histórico” logrado con el Eurogrupo y el FMI.
Este largo período es el más complicado y adverso que haya enfrentado nación alguna miembro del proyecto comunitario europeo.
Veamos.
El
apoyo y cooperación de la institucionalidad comunitaria a Grecia ha sido arduo,
extenso y complicado.
El primer tramo de financiamiento comunitario ocurre el 2 de mayo de 2010, cuando se aprueba un préstamo al país helénico por el orden de los 110.000 millones de euros para el período 2010-2012, en el que participa con 30.000 millones el Fondo Monetario Internacional [1].
El primer tramo de financiamiento comunitario ocurre el 2 de mayo de 2010, cuando se aprueba un préstamo al país helénico por el orden de los 110.000 millones de euros para el período 2010-2012, en el que participa con 30.000 millones el Fondo Monetario Internacional [1].
El elevado e insostenible endeudamiento público de Grecia ha jugado un papel determinante, junto a los desajustes presupuestarios, manejos inescrupulosos de las cuentas nacionales, la inestabilidad bancaria y las fluctuaciones bursátiles.
Todo ello condujo a una profunda crisis de confianza en las capacidades reales de la economía, y, consecuentemente, a su salida de los principales mercados financieros; cerrándole así el camino al financiamiento internacional.
Probablemente también jugó un papel importante la elevadísima evasión fiscal, la ausencia de estructuras institucionales, o la falta de adecuación del sistema económico griego a la moneda única europea.
Ciertamente, la estrategia de rescate impuesta por las instituciones acreedoras a Grecia resultó muy severo, afectó importantes avances logrados en el Estado de Bienestar [2] y se convirtió en la piedra de tranca de la recuperación económica y de la propia estabilidad de su modelo político.
Esos programas de ajuste también significaron rebajas significativas en los sueldos y salarios de los funcionarios públicos, aumento en la edad de la jubilación, incremento del IVA y de otras contribuciones fiscales y parafiscales, así como el compromiso de adelantar un conjunto de medidas de austeridad y privatizaciones de activos gubernamentales.
La firme oposición de sindicatos, organizaciones políticas y amplios sectores populares desestabilizó el gobierno encabezado por Yorgos Papandreu del Movimiento Socialista Panhelénico (PASOK), quién se comprometió a revisar las medidas altamente cuestionadas por la gran mayoría de los sectores sociales.
En noviembre de 2011, el gobierno presenta su dimisión. Dos días después asume el gobierno Lukás Papadimos.
El mes de febrero de 2012, la eurozona aprueba un segundo préstamo por la cantidad de 130.000 millones de euros hasta 2014 a cambio de autorizar la supervisión de la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI. Ello implicó no solamente extender el primer préstamo concedido dos años atrás, sino que el monto de la deuda con los acreedores alcanzó los 230.000 millones de euros, en medio de una intensa recesión económica e inestabilidad política.
Ese gobierno apenas duraría cuatro meses, pues en junio de 2012 es elegido primer ministro Andonis Samarás, quién promueve un nuevo y riguroso plan de austeridad válido para 2013 y 2014.
Llega el tercero y más intrincado rescate en el año 2015 con el partido Syriza en el poder; A. Tsipras es su principal líder.
En aquel momento, la amenaza de una cesación de pagos junto a un eventual colapso bancario y, la salida de Grecia de la zona euro, eran los factores decisivos en la mesa de negociación.
El eminente profesor Joseph Stiglitz, Nobel de Economía, dio una importante entrevista a la BBC Mundo en junio de 2015 en la que califica de indignantes las condiciones impuestas por las naciones acreedoras europeas, y agrega: ”La exigencia (por parte de los acreedores) de que (Grecia) llegue a un superávit fiscal de 3.5% antes de 2018 es una garantía de que el país seguirá experimentando una depresión. Para mi es obvio que la austeridad ha fracasado”[3].
Criterio ampliamente compartido por líderes nacionales y voceros de la sociedad civil griega.
Como salida a la compleja coyuntura que las medidas económicas anticipaban, A. Tsipras convoca a un referéndum para el 5 de julio de 2015, en el que se rechaza categóricamente el conjunto de condiciones propuestas por los acreedores. La incuestionable respuesta fue que más del 61% de los electores vota contras las recomendaciones contenidas en el Plan de Ajuste propuesto por los técnicos de Bruselas.
Dada la gravedad de la situación y en pleno proceso de avances y desencuentros, el 16 de julio se autoriza un aporte con carácter urgente de unos 7.160 millones de euros a través del Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera. Un mes más tarde se llega a un acuerdo preliminar con las instituciones acreedoras, lo que suponía un tercer rescate por el orden de los 86.000 millones de euros.
No obstante, ante la negativa de los acreedores de prorrogar los pagos de la deuda soberana griega, el gobierno emite un decreto en el que ordena el cierre de bancos, de la Bolsa, limitaciones al pago de efectivo por cajeros automáticos y solicita que se extiendan los pagos pendientes con las instituciones acreedoras. Es el temido “corralito” ya conocido en Argentina entre diciembre de 2001 y el 2 de diciembre de 2002.
En ese contexto, renuncia el primer ministro A. Tsipras y convoca a nuevas elecciones para el 20 de septiembre, en las que resulta ganador.
Desde entonces el gobierno griego de A. Tsipras no ha tenido más opción que aplicar las recomendaciones de sus acreedores, entre las que destacan medidas bancarias, fiscales y liberalización de mercados.
La deuda externa alcanza unos 320.000 millones de euros (US$ 350.000 millones), el acceso a los mercados financieros ha estado limitado y se ha aplicado un Plan de Austeridad muy severo y riguroso que afecta amplios sectores sociales.
Desde entonces han transcurrido tres años, y Grecia ya está en condiciones de finalizar la era de los rescates, al menos en lo inmediato. Atenas acaba de recibir el último préstamo de esa retahíla de aportes por la cantidad de 15.000 millones de euros.
Es sin duda muy relevante que a partir de este 20 de agosto Grecia podrá asistir por cuenta propia a los mercados internacionales, más allá de la tutela tradicional de sus exigentes acreedores (FMI y la UE).
Y tendrá, de igual manera, una mayor flexibilidad en el manejo y decisiones de la política económica griega.
Pero la crisis griega no llega todavía a su fin.
Algunas variables fundamentales han sin duda mejorado.
En 2017 Grecia experimentó un crecimiento económico de 1.3%, y los pronósticos sugieren un 2% para 2018, y los años siguientes.
El desempleo sigue siendo uno de los más elevados de Europa Occidental, aunque los datos de 2017 lo ubican alrededor del 20,5%, bastante más bajo que el pico registrado en 2013 cuando se elevó hasta un 27,9%.
Otros indicadores son menos satisfactorios.
El consumo doméstico de 2017 bajó en un 1% anual, la tasa de inversión interna también descendió en un 8%.
En el plano social, la pobreza de un 35% de la población es una carga muy pesada, de consecuencias inmediatas e inadmisibles, y las pensiones de vejez siguen representando una parte importante del ingreso de amplios sectores populares.
A todas luces, la nación helénica guarda cierta vulnerabilidad; falta mucho trecho por recorrer para salir de manera definitiva de la crisis de la deuda soberana.
La deuda externa ha sido finalmente reestructurada, lo cual es mucho decir dado que ese ha sido su problema fundamental.
Para tener una referencia macroeconómica específica y suficientemente reveladora, la deuda externa de Grecia representa hoy día alrededor del 180% de su PIB.
Además, no podemos olvidar que esa deuda tiene que ser cancelada, lo cual implica que los intereses empezarán a pagarse a partir de 2032, y según los datos disponibles, el plazo de devolución aumenta en diez años [4].
Analistas y expertos dudan seriamente de que Grecia llegue a pagar la totalidad de la deuda contraída con las instituciones comunitarias.
Probablemente sea más acertado afirmar que llegará el momento en que habrá que proceder a las exoneraciones o suspensiones de los montos adeudados en un futuro no muy lejano.
Alemania tiene mucho que decir al respecto porque como es bien sabido, es titular de más del 60% de esas acreencias. Ello sin entrar a considerar que pasaría si la economía griega se estanca o, mutatis mutandis, la recuperación económica no se da en los términos previstos.
Grecia supera paso a paso el mayor rescate de la historia pero seguirá siendo vigilada por la Troika - Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional - cada tres meses y cumplirá una austeridad presupuestaria por cuatro años más.
Según las encuestas de Julio de 2018, el partido Nueva Democracia de tendencia conservadora supera por más de 15 puntos al izquierdista A. Tsipras del Syriza. Hay elecciones en 2019. Ya veremos.
[1] El Consejo de Gobierno del
F.M.I. ha estado participando activamente en la asistencia a Grecia por parte
de Bruselas. Su rol, como lo fue en América Latina durante la crisis de la
deuda externa, ha sido de obtener “garantías específicas” para asegurar el pago
de los compromisos externos, “la restauración de la estabilidad macroeconómica
y el crecimiento a mediano plazo”, y “ construir una economía competitiva y
recuperar la confianza de los mercados”.
[2]
Entendido como Estado
Benefactor, el “Welfare State” es una
especie de Pacto Social posterior a la II Guerra Mundial y aplicado más que
todo en gran parte de Europa Occidental, en el que el equilibrio en el
desarrollo económico pasa por avanzar en una distribución más equitativa del
bienestar y de la riqueza entre los diferentes sectores de la población.
[3] Fajardo, Luis. Joseph Stiglitz, Nobel de Economía: "Las condiciones impuestas a Grecia son indignantes".
[3] Fajardo, Luis. Joseph Stiglitz, Nobel de Economía: "Las condiciones impuestas a Grecia son indignantes".
30/06/2015. Tomado de https://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/06/150629_econo
Consultado en 20/08/2018.
[4] “El Fin de los rescates”. Editorial de El País (España) del 25/06/2018. https://elpais.com/elpais/2018/06/22/opinion/152968834 Consultado el 20/08/2018.
[4] “El Fin de los rescates”. Editorial de El País (España) del 25/06/2018. https://elpais.com/elpais/2018/06/22/opinion/152968834 Consultado el 20/08/2018.
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