La primera guerra comercial del siglo XXI.

Por: Prof. Dr. Carlos Eduardo Daly Gimón

La economía mundial de 2018 marcha bien, incluso pudiera decirse que muy bien. Al menos en cuanto a informaciones cuantitativas se refiere. Los datos más recientes del Fondo Monetario Internacional [1] así lo reflejan.

A finales de este año el crecimiento económico a nivel global puede alcanzar un elevado 3.9%, aunque con sus evidentes matices: Japón, el Reino Unido y la Zona Euro muestran tendencias hacia la baja junto a países emergentes como Argentina, Brasil, Venezuela e India.

No obstante, el proteccionismo de los Estados Unidos y las acciones comerciales contra ciertas naciones complican de manera evidente esos pronósticos. 

Las medidas arancelarias dictadas por el gobierno norteamericano han generado una arriesgada conflictividad con sus socios comerciales, creando así nuevas trabas, incertidumbre y serias consecuencias sobre el comercio internacional y la economía global. 

Todo lo cual equivale a decir que la dinámica económica dependerá en el corto plazo más que todo de las tensiones y conflictos en desarrollo, de la geopolítica internacional y de las derivaciones político/ideológicas de la lucha por el poder.

El FMI recomienda, para salvaguardar la expansión mundial anunciada, que se eviten las medidas proteccionistas y se proceda a negociar para mantener e impulsar el crecimiento y el desarrollo productivo.

¿Serán acogidas las recomendaciones técnicas del FMI por parte de quienes tienen que tomar decisiones fundamentales en las próximas semanas?

Pareciera que no, puesto que la primera guerra comercial de este siglo ya comenzó, y nadie sabe cómo terminará.

Para evitar confusiones, bien vale preguntarse ¿Qué es una guerra comercial internacional?

En términos generales, puede afirmarse que es una disputa de tipo económico en la que mediante aranceles, medidas paraarancelarias, gravámenes y barreras arancelarias, se trata de limitar el ingreso de uno o varios productos importados desde otras economías. 

Ciertamente, son acciones progresivas que pueden traducirse en aumentos sucesivos hasta la suspensión definitiva de la importación de esa (s) mercancía(s) [2].

Un enfrentamiento de esta naturaleza comienza con la imposición de restricciones de tipo arancelario, y puede llegar a decisiones de mayor importancia como son el establecimiento de cuotas de importación [3].

Esta manera de proceder acarrea el riesgo de una eventual ampliación y diversificación del conflicto, de forma tal que puede convertirse en una crisis más amplia y de profundas repercusiones.

El esquema arancelario punitivo, implica, que las naciones afectadas apliquen regulaciones parecidas, de retaliación, y se inicie así una escalada de parte y parte que puede terminar en sanciones de suspensión o eliminación de la compra-venta recíproca de mercaderías.

El rango de esas medidas es variable y dependerá, desde luego, de la continuidad y profundidad de las resoluciones que adopte un país con respecto al otro.

El impacto más directo es sobre los precios, ya que los consumidores del país importador tendrán que pagar un precio más alto por las mercancías gravadas por el nuevo arancel.

La elevación de los aranceles también provoca desviación de exportaciones, pues ante la dificultad de acceso a mercados receptores, o la eventual alza de los precios internos en el mercado de destino, hace que las actividades exportadoras se orientan hacia otros mercados más atractivos para los sectores exportadores.

De manera indirecta, los anuncios de sanciones comerciales afectan asimismo la contextualidad económica de los países involucrados pues dada la inestabilidad y desconfianza que generan este tipo de decisiones, los mercados de valores suelen resentirse, así como el clima de inversiones  y las variables financieras en general.

Desde la aplicación de medidas comerciales hasta ahora, su el impacto en la economía norteamericana se ha evidenciado más que todo sobre cierto tipo de exportaciones, y en la dinámica trimestral del crecimiento económico. 

En un artículo del eminente economista P. Krugman en el New York Times [4], se señala un “aumento temporal” de las exportaciones estadounidenses de soya hacia Brasil, que antes iban hacia el mercado chino. 

No deja de precisar P. Krugman en ese escrito, que los precios de la soya proveniente del Estado de Iowa se han desplomado, a pesar del entusiasta apoyo que los agricultores de aquella entidad mostraron por las sanciones comerciales.

Asevera el periodista que los resultados en términos de producto son muy relativos, y que habrá que esperar los datos anualizados para conocer su comportamiento objetivo. “El crecimiento a corto plazo es ruido, es decir nada”, asegura Krugman al final de ese artículo.

Para la administración Trump, las razones de fondo de su política comercial tienen que ver con lo que él considera “un comercio  injusto” por parte de sus competidores, y que con la imposición de estas decisiones se logrará una mayor paridad y, consecuentemente, una reducción en el déficit comercial de EE.UU.

Más allá de los resultados que pueda alcanzar el gigante norteamericano con su estrategia económica hacia los mercados internacionales, las consecuencias de esta crisis comercial afectarán la economía mundial en su conjunto, pues como ha dicho Ch. Lagarde, Directora-Gerente del F.M.I, no solamente no hay ganadores en una guerra comercial, sino que los daños sobre el crecimiento económico global afectarán los ventajosos resultados de la macroeconomía internacional.

Hasta ahora, la guerra comercial en curso se ha ido instituyendo bajo las pautas siguientes.

Ya en 2017, la Casa Blanca había ordenado investigar las importaciones de acero provenientes de una serie de países, la Unión Europea, Canadá, México y China, entre otros.

Apenas comienza el 2018, lo que hasta ese momento era declaraciones políticas e investigaciones gubernamentales, despunta en el panorama económico la imposición de aranceles de un 30% sobre los paneles solares importados, y sobre las lavadoras.

En febrero aparecen los gravámenes sobre el acero (25%) y el aluminio (10%). Surge entonces un primer nivel del conflicto, en el que están involucrados la Unión Europea, Canadá y México. 

La reacción firme, decidida, de socios tradicionales de los Estados Unidos como E. Macron (Francia), A. Merkel (Alemania) y T. May (Inglaterra), así como la posición consistente de J. Trudeau (Canadá) y E. Peña Nieto (México) llevó a retroceder a L. Kudlow (Consejero Económico de D. Trump) y al propio gobierno norteamericano [5]

Todos estos países resultaron exentos de esas medidas, y el foco de la estrategia se centra en China, el mayor exportador de acero del mundo. 

Este es el segundo nivel del conflicto. 

Vale, en todo caso precisar, que Corea del Sur terminó aceptando reducciones sobre sus exportaciones de acero a los estados Unidos, y  abrir su mercado interno a los automóviles provenientes de Norteamérica.

Como respuesta, el gobierno comunista de Xi Jinping devuelve el golpe e impone aranceles sobre una serie de productos importados desde Norteamérica por un valor de alrededor de US$ 3.000 millones, entre los que resalta Smithfield Foods, uno de los principales productores mundiales de carne de cerdo.

Estamos en una espiral comercial creciente, escalonada.

Menos de un día después llegan más aranceles sobre el sector aeroespacial, equipos médicos, automóviles y maquinarias por el orden de los US$50.000 millones de parte de los Estados Unidos.

Posteriormente, el 06 de julio, D. Trump aplica un arancel sobre más de 100 productos chinos, lo que significará alrededor de US$34.000 millones anuales.

Ninguna de las dos potencias mundiales en este enfrentamiento ha puesto sobre la mesa su intención de detener, y menos de suspender la medidas adoptadas. Al contrario. Cada vez que hay un nuevo anuncio la otra parte tarda poco en alargar la ya extensa y cuantiosa lista de sanciones recíprocas.

Este lunes 24 de septiembre comenzaron a aplicarse aranceles a la importación de 10% de un grupo importante de productos desde China, lo cual representará la cantidad de US$200.000 millones aproximadamente, e involucra a cerca de la mitad de los bienes que China coloca regularmente en el mercado norteamericano.

Por su parte, China ya ha anunciado tasas arancelarias entre en 5% y el 10% sobre productos estadounidenses, lo cual significa en términos monetarios alrededor de los US$ 60.000 millones aproximadamente.

El enfrentamiento comercial puede que tome otras direcciones en los próximos meses: Voceros autorizados de China han dicho con esa tranquilidad que los caracteriza, que “Estados Unidos tiene muchas grandes compañías con muchos intereses e inversiones en China. 

Si empieza a atacar a los chinos, eso tendrá un gran impacto en los negocios estadounidenses que operan aquí, no solo sobre China"[6]. O bien, los anuncios sobre la imposición de “medidas intimidatorias”, que no se definen ni se precisan pero que traen una carga de advertencia que no permite presagiar ninguna solución en el horizonte.

En un plano jurídico, se “ha(n) abandonado las normas fundamentales de respeto mutuo y consulta recíproca que guían las relaciones internacionales”, ha sostenido Xi Jinping en el Libro Blanco sobre las relaciones comerciales bilaterales publicado recientemente [7].

La tensión económica y comercial, asegura el Libro Blanco, “representa una grave amenaza al sistema comercial multilateral y al principio de libre comercio”.

La evolución de la guerra comercial en desarrollo está llegando al punto en que el desbalance en materia de comercio se hace evidente, pues China compra menos productos a los Estados Unidos y dadas las medidas que hemos enumerado, China ha gravado cerca del 85% de sus importaciones desde USA. Tiene la potencia asiática que sopesar las acciones a aplicar en caso de que se dé una tercera ronda de aranceles. 

Preferirán las autoridades chinas imponer embargos a las exportaciones de productos y componentes que Estados Unidos requiere para producir bienes intermedios y finales, o preferirán aumentar de manera sustancial los aranceles a todos aquellos productos que se fabriquen en el mercado interno de china. Esa es la cuestión.

La guerra apenas comienza y como van las cosas, pronto habrá que cambiarle de apellido, pues el paso de imposiciones al comercio hasta alcanzar los mismos procesos productivos a gran escala es corto, y está a la vuelta de la esquina.


[1]Perspectivas de la economía mundial”. Julio 2018 (Versión en español). Tomado de https://www.imf.org/es/Publications/WEO/Issues/2018/07 . Consultado el 21/09/2018.
[2] Lopez Gonzalez, M. Gestión del Comercio Exterior de la Empresa (3ed.). Manual Teórico y Práctico”. Esic Editorial. 2014. Veáse igualmente Herrera Díaz, L.L.. “Introducción al Comercio Internacional”. Ediciones Trillas. 2017. También: García Valera, A. y Arobes, J. C. .”Aduanas 2011. Manual práctico para el Operador del Comercio Exterior”. Editado por el Consorcio Zona Franca de Vigo y la Zona Franca de Cádiz. 2011.
[3] Una cuota de importación, dice Wolters Kluwer, “ es una barrera no arancelaria que consise en una restricción cuantitativa al comercio a través de la cual se establece un límite a la cantidad total de importaciones permitidas de un bien en el país para un período de tiempo determinado”. Tomado de http://diccionarioempresarial.wolterskluwer.es/Content/Documento.aspx?param Consultado el 29/09/2018.
[4]Trump, guerra comercial y tributación reducida”. 12 de julio de 2018. https : // www . nytimes . com / e s / 2018/07/12/paul-krugman-trump Consultado el 28/09/2018.
[5] Las principales potencia europeas no solamente presionaron y negociaron directamente con D. Trump, sino que plantearon denunciar las medidas comerciales ante la Organización Mundial de Comercio (OMC), y recursos para solicitar la aplicación de la normativa multilateral del libre comercio.
[6] Tomado de https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-45626370  Consultado el 24/09/2018.
[7] El LIBRO BLANCO del gobierno chino es un documento que sobre diversos temas publica oficialmente  el Estado. En el caso que nos ocupa, “las políticas y prácticas de comercio e inversión de China están "ancladas en el derecho internacional y en la razón económica" y que China "está lista para un compromiso basado en los principios de beneficio mutuo sobre esta base". El gobierno de la Estados Unidos, por su parte, tiene como finalidad " reescribir las reglas del derecho y las razones en sus relaciones económicas con China sobre la base del unilateralismo, el proteccionismo y el egocentrismo es una abdicación de las responsabilidades globales de bienes públicos y representa una grave amenaza para el orden económico internacional". Tomado de http://spanish.people.com.cn/n3/2018/0927/c31620-9503921.html Consultado el 28/09/2018.

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