Empleo, desempleo y pleno empleo en Estados Unidos.

Por: Prof. Dr. Carlos Eduardo Daly Gimón

La tasa de desempleo en los Estados Unidos alcanza por estos tiempos niveles realmente sorprendentes. 

Comparada con las principales economías europeas [1], con naciones emergentes muy influyentes, o incluso con la dinámica de sus propios parámetros internos, es el resultado del manejo de una política económica consistente con los patrones que caracterizan al factor trabajo en Norteamérica.

La evolución de los datos estadísticos muestra que desde 2010 la generación de empleo ha sido sostenida en el sistema productivo estadounidense, bajando las tasas de paro desde 9,6% ese año hasta un 4,4% en 2017 [2], y más recientemente  informaciones suficientemente confiables ratifican esa tendencia con un caída de 3,4% para septiembre de este año.

Son prácticamente ocho años consecutivos de alza en el mercado laboral, con ciertas variaciones desde luego, pero sin interrupciones ni desorientación.

Antes de la crisis financiera de 2008 la tasa de desempleo marcó un 5,8%, y en los dos años previos ese indicador arrojó un 4,6%. 

Esta última cifra bastante cercana a la registrada en 2017, por lo que pudiera afirmarse que entre 2016 y 2017 la economía americana retomó los niveles de empleo previos a la primera gran crisis del siglo XXI.

Para alcanzar ese ritmo de crecimiento de las tasas de empleo ha sido indispensable un crecimiento económico sostenido en términos productivos, y, además, compensar el impacto que sobre la generación de empleo tiene el desarrollo tecnológico en la economía globalizada.

También, desde luego, políticas económicas acertadas.

Más allá de la controversia sobre si la Administración de B. Obama creó los 14 millones de nuevos empleos que él dijo haber creado en el discurso final del Estado de la Unión, lo cierto es que entre 2009 y 2015 se crearon 9,3 millones de empleos, bastante menos que R. Reagan y B. Clinton pero mucho más que durante el gobierno de G W. Bush [3]. Con D. Trump esa tendencia se ha acentuado en los dos primeros años de gobierno.

En la estrategia económica de D. Trump ha jugado un papel de primera importancia la Reforma Fiscal aprobada por el Congreso a finales de 2017.

Con vigencia entre 2018 y 2026, los recortes impositivos amparados bajo la figura de la “reconciliación presupuestaria” benefician tanto a los consumidores como a las empresas. 

Para los consumidores se mantuvo una escala de siete tramos y su impacto se tradujo en una reducción de las contribuciones  desde  10%, 15%, 25%, 28%, 33%, 35% y 39.6%,  hasta 10%, 12%, 22%, 24%, 32%, 35% y 37% [4] respectivamente.

Por su parte, el impuesto a las sociedades disminuyó del 35% al 21% de manera permanente, hasta que el Congreso decida revisarla después de 2026.

Esto ha impactado el consumo, la inversión y la confianza en las proyecciones macroeconómicas de corto y mediano plazo.

No obstante, aparte de la Reforma Tributaria impulsada por la Administración Republicana, existen numerosas expectativas acerca del impacto de la política comercial proteccionista aplicada por la Casa Blanca desde 2018, y, particularmente, en cómo ello afectará a la generación de puestos de trabajo en la actividad productiva interna.

La guerra comercial emprendida contra China, específicamente, es demasiado reciente para evaluar sus consecuencias sobre la creación o destrucción del empleo en los Estados Unidos [5].

Quedan, sin embargo, importantes asuntos que resolver.

La desigualdad y la pobreza afectan de manera directa el panorama social estadounidense. La esperanza de vida [6], el deterioro de la salud pública, el ascenso social o la drogadicción tienen como trasfondo la brecha social, las divergencias en las remuneraciones por trabajo o capital, la debilidad de los sindicatos o los cambios regulatorios.

Aparte de la disparidad en la distribución de la riqueza, otro aspecto que no refleja cambios significativos es lo relativo a la desigualdad de género. 

Convertido en un tema reivindicativo y muy mediático, las desigualdades en el acceso a  la calificación, jerarquía en la contratación, tratamiento igualitario o escala salarial de las mujeres trabajadoras, siguen presentes en el mercado de trabajo estadounidense.

Fuentes actualizadas revelan que entre 2016 y 2017 el desempleo masculino descendió de 4.8% a 4.1%, y el de las mujeres cayó con menor fuerza, desde 4.6% hasta 4.0%.

Otro aspecto sobre el cual las estrategias económicas sobre empleo tienen que abordar y contribuir a resolver, es la problemática que gira alrededor del desempleo juvenil.

Más allá de que la desocupación de los jóvenes haya experimentado ciertas mejorías, pues en 2016 los menores de 25 representaron 9.8% y en 2017 un 8.9%; un segmento significativo de ese sector sigue siendo excluido de los beneficios del empleo.

El paro en los jóvenes mayores de 24 años fue de 3.9% en 2016 y 3.4% el año pasado. En términos de distribución por sexo, los hombres representaron 3.9% y 3.3 % respectivamente, mientras que en el caso de las mujeres mayores de 24 años descendieron del 3.9% al 3.5% en las fechas referidas.

Como ha sido resaltado, los números provisionales de este año evidencian un 3.7% de desempleo (aproximadamente), lo cual representa una continuación en la caída de la tasa de desempleo.  

El impacto sobre las mujeres fue mejor que el caso de los hombres, pues las informaciones revelan  una expresión porcentual de 3.6% para las primeras y un 3,7% para los empleos masculinos. Tomando como referencia a los mayores de 24 años, la cifra de desempleo se mantiene en 3,0%, siendo un poco mejor el dato para las féminas con un 2,9% que el desempleo masculino con un 3,0% [7].

En el concierto de las naciones desarrolladas y en la economía internacional en general, los alcances en el mercado del trabajo en los Estados Unidos presentan un estado particularmente provechoso y  representativo de su realidad inmediata.

La comparación de las economías desarrolladas entre si es suficientemente ilustrativa para formarse una idea de los avances y mejoras en el bienestar de los países. En este caso, la economía norteamericana supera con creces la situación de gran parte de las naciones europeas.

Si tomamos como fuente las estadísticas de la Eurostat [8], tenemos Malta (4,6%), Hungría (4,2%), Reino Unido (4,4%), Holanda y Polonia (4,9%) Rumanía (4,9%) y la República Checa (7,1%) presentan tasas de desempleo superiores a la referencia norteamericana de 2017. Alemania tiene la menor tasa de paro comparada con relación a  este grupo de países, con un 3,8% el año pasado.

Muy lejos en materia de creación de empleo quedan importantes países europeos como España (17,2%), Italia (10,12%), Francia (9,4%), Portugal (9,0%), Bélgica (7,1%) o Dinamarca (5,7%) en 2017, sin hablar del 21,5%  de la demorada economía griega.

En promedio, según esa misma fuente, la Unión Europea (28 países incluida Inglaterra) registra una tasa de desempleo del 7,6% para 2017, la Zona Euro (19 países) presenta una tasa de desocupación de  9,1%, y más allá del viejo continente la Eurostat revela que la menor tasa de desempleo para una economía desarrollada corresponde a Japón, con un 2,8% en 2017, bastante inferior a la norteamericana y, por supuesto, a la tasa promedio de la Unión Europea.

¿Es posible entonces afirmar que una de las economías más influyente en el escenario mundial como son los Estados Unidos de Norteamérica tiene pleno empleo?

Pregunta difícil de contestar. En teoría el empleo 0 no existe. Es sólo una referencia pues todos los recursos económicos tendrían que estar completamente utilizados, capital y recursos naturales incluidos; ello sin contar con el subempleo o la mano de obra escasamente calificada.

El pleno empleo se le asocia a una elevada satisfacción de los demandantes de trabajo remunerado, siempre y cuando la tasa de desempleo de la población activa se ubique alrededor del 3%. Esta última especificación no incluye a los trabajadores “parados temporalmente”, o  aquellos que están de tránsito de un trabajo a otro.

El mercado laboral norteamericano se encuentra en un momento pocas veces conocido, al menos en época reciente.  El desempleo actual es el más bajo desde 1969; más aún son alrededor de 10 años de generación ininterrumpida de puestos de trabajo, y las proyecciones para los próximos años aseguran que esas tendencias se mantendrán.

El haber alcanzado niveles muy semejantes al pleno empleo no puede achacársele a un factor específico sino a la conjunción de variables, y a su sostenibilidad en el tiempo.

Los elementos determinantes pueden agruparse así:

A.  El Banco de la Reserva Federal ha sido firme en el manejo del tipo de cambio, a pesar de las opiniones y embestidas desde la Casa Blanca.

B.  La Reforma Fiscal de D. Trump tiene su repercusión directa en el empleo y en el mercado laboral en su conjunto, tal como lo apuntamos en párrafos anteriores. La transición de la austeridad a la expansión fiscal ha sido un actor principal en esta política pública.

C. La composición por sectores revela que el mayor dinamismo en   ofertar puestos de trabajo está en la industria de la construcción, seguido por el comercio minorista, los servicios profesionales y empresariales, la industria manufacturera, le siguen las actividades financieras, y finalmente la minería.

D. La expansión económica se ha mantenido a lo largo de diferentes gobiernos, incluyendo desde luego la Administración de B. Obama. Este año el impulso del PIB es aún más intenso que en los años más recientes. 

El diario El Comercio divulgó en julio los cálculos del Departamento de Comercio en los siguientes términos: “La economía de Estados Unidos se aceleró a un ritmo anual del 4.1% en el segundo trimestre de 2018, la mayor tasa desde 2014, según información oficial” [9]. Y los factores que más incidieron en ese incremento, según la misma fuente, fueron: el gasto de los consumidores, las exportaciones de soya ante la eventual aplicación de los aranceles agrícolas con China, y la inversión empresarial.

Desde una perspectiva crítica,  los salarios no han acompañado este aumento del empleo en los Estados Unidos. Un aumento muy relativo de alrededor del 2,8% en el 2017, apenas cercano a los niveles inflacionarios, no ha sido suficientemente impactante sobre el poder adquisitivo del sector laboral, y más allá de los aspectos puramente coyunturales y dada la importancia que ello acarrea sobre el nivel de vida de la población, el alza de los salarios se convertirá en el indicador decisivo de cuan consistente es el auge en el empleo que hoy se conoce en la economía de los Estados Unidos.


[1] Veáse el valioso informe de la OIT: ”Perspectivas sociales y del empleo en el mundo. Jóvenes 2016”. Disponible en: https://www.ilo.org/global/research/global-reports/weso/2016/lang-me Consultado el 10/10/2018.  Revisar también: “Perspectivas sociales y del empleo en el mundo: Tendencias 2018”.  Elaborado por la Organización Internacional del Trabajo, disponible en línea.
[4] Estrada, Javier.” La reforma tributaria de Donal Trump: los desafíos que se abren tras su primera gran victoria  legislativa”. 23/12/2017. https://www.infobae.com/america/eeuu/2017/12/23/la-reform  Consultado el 12/10/2018.
[5] Veáse: “La primera guerra comercial del siglo XXI” de Carlos Eduardo Daly Gimón, en: blogdecarlosdalygimón.blogspot.com  Publicado el 27 de septiembre de 2018.
[6] Dice a este respecto Faus Joan : ”La creciente desigualdad de ingresos en Estados Unidos tiene una traslación directa en la esperanza de vida. Los más ricos siempre han tendido a vivir más años que los más pobres, pero esa brecha corre el riesgo de agrandarse: la distancia se ampliará de cinco a trece años”…Tomado de “La desigualdad económica en Estados Unidos  golpea a la esperanza de vida”. Publicado el 07/04/2017 en https://elpais.com/internacional/2017/04/07/estados_un Consultado el 13/10/2018.
[8] Veáse Eurostat (Votre clé d’ accès a la statistique européenne)  https://ec.europa.eu/eurostat/web/main/home
[9] Tomado de https://elcomercio.pe/economia/mundo/economia-ee-uu-creci  Consultado el 14/10/2018.

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