El
Brexit ante la Unión Europea en noviembre de 2018.
Prof. Dr. Carlos Eduardo Daly Gimón
Recientemente,
un canal de tv francés tituló que el proyecto de Brexit es un acuerdo
perder-perder, y al parecer tiene razón. Donald Tusk, Presidente del Consejo
Europeo, ha dicho en términos muy diplomáticos que esas negociaciones lo que
buscan es “limitar los daños”.
Los
Embajadores de los Estados se reunirán, el Consejo de Ministros hará sus
observaciones, los técnicos y funcionarios tratarán de ajustar aspectos y
pormenores, y luego vendrá la declaración política sobre el futuro de la
relaciones con la UE después del Brexit. El 25 de noviembre será formalizado el
nuevo compromiso.
Veamos,
grosso modo, lo que ha sido convenido entre Michel Barnier, Negociador Jefe del
Brexit, y los Ministros de Asuntos Europeos de los 27 países miembros de la UE
a propósito de un divorcio después de 45 años de matrimonio.
Antes que nada, el texto del tratado se recoge en unas 585 páginas, más o menos 185 artículos, 3 Protocolos y algunos anexos.
Los
temas objeto de los convenios van desde la frontera de Irlanda, el calendario
de la transición, los compromisos financieros, los inmigrantes, las potestades
jurídicas y otros asuntos de menor trascendencia. Ciertamente tanto por su importancia como por su
particular enunciado, no podemos dejar de transcribir su elocuente título en
inglés: <Draft Agreement on the withdrawal of the
United Kingdom of Great Britain and Northern Ireland from the European Union
and the European Atomic Energy Community, as agreed at negotiators level on 14
November 2018>[1].
Uno de los aspectos centrales durante estos 17 meses de negociación ha
sido encontrar una solución duradera al engorroso problema de que
se reinstale una “frontera dura” en Irlanda del Norte, y que se evite cualquier
situación de conflicto con esa nación.
Para ello, se ha preferido dejar abierta una puerta
de salida si no se llegara a ningún acuerdo definitivo, lo que las partes han
aceptado en llamar "backstop", o en francés "filet de
sécurité".
De hecho, las representantes de ambas sectores han
dispuesto que el lapso previsto para la ratificación del tratado sea el 1er de
julio de 2020, y si no fuera posible lograrlo en esa fecha queda abierta la
posibilidad de alargar el período de transición.
El backstop representa pues, en términos concretos,
una zona aduanera exclusiva conjunta entre la UE e Inglaterra. Se persigue, en
fin de cuentas, procurar proteger el mercado interno de Inglaterra, y asegurar
el acceso sin ningún tipo de obstáculo de las mercancías irlandesas al mercado
británico.
Ello implica, ciertamente, que Irlanda del Norte tendrá
que respetar un número determinado de normas del mercado único, como es el caso
de los reglamentos sanitarios, las tasas de valor agregado o los subsidios estatales;
todo ello para evitar el retorno a lo que
se ha denominado una “frontera dura” con controles de bienes, servicios y personas.
Desde un punto de vista riguroso, se trata de una
solución creativa pero arriesgada, porque no solamente hay Estados Miembros que no ven esa propuesta
con buenos ojos sino que consideran que Michel
Barnier, Jefe Negociador, se ha excedido en su mandato. Eso significa que ha
ido más allá de diseñar un acuerdo de salida, y ha incursionado en las
relaciones futuras entre la UE e Inglaterra.
Durante la etapa de transición, Inglaterra no
participará ni en las instituciones ni en las agencias de la UE, pero se
mantiene tal cual su situación en cuanto al acceso del mercado único, la unión
aduanera y las políticas comunitarias europeas.
Es, si podemos decirlo de esa manera, un proceso
paulatino de adaptación de los ciudadanos, instituciones y empresas al proceso
de ruptura, o de divorcio, y, asimismo, poder negociar cuáles serán los
términos más convenientes a la futura relación entre Londres y Bruselas.
En materia
laboral, los derechos de los trabajadores europeos en Inglaterra son un punto
controvertido y difícil. Incluso antes de la aprobación del referendo Brexit,
los líderes europeos habían mostrado cierta preocupación por la suerte de los
inmigrantes continentales en el Reino Unido.
La
cuestión se ha zanjado satisfactoriamente para los equipos de negociación y sus
respectivos gobiernos. Para decirlo de esta manera, aquellos residentes ya radicados
en Inglaterra o en un Estado Miembro de la UE no advertirán mayores cambios
antes de que finalice el período de transición. Eso significa que más de 4
millones de ciudadanos podrán trabajar, estudiar o traer a su familia durante el período de transición. O como lo
ha resaltado Michel Barnier, Chief
Negotiator, “los europeos que
viven en Reino Unido y los Británicos en Europa podrán seguir viviendo su vida
como antes “.
Inglaterra,
por su parte, ha anunciado que tendrán que cumplirse una serie de requisitos
legales para la permanencia. La Comisión Europea ha exigido garantías a esos derechos,
advirtiendo que los ciudadanos podrán acudir a los Tribunales, e incluso solicitar
la protección del Tribunal Europeo de Justicia, al menos mientras se desarrolle
la jurisprudencia necesaria en esa disciplina.
Los compromisos previstos en el Presupuesto Plurianual (2014-2020) han sido
ratificados por Inglaterra, poniendo en evidencia que ello abarca toda la etapa
de la llamada transición.
Sobre este tema quedan una serie de detalles que
fijar y que serán resueltos en ese lapso de transición. Nos referimos, al Fondo
Europeo de Inversiones, el BCE, al mecanismo de ayuda a los refugiados en
Turquía, los Fondos de Asistencia a África y otros fondos de desarrollo.
En relación al monto que tendrá que pagar
Inglaterra, el texto del tratado no ofrece datos concretos sobre la magnitud de
ese cometido pero fuentes gubernamentales lo han estimado ente 40 y 45 mil
millones de euros. Otras informaciones revelan que ese monto podría elevarse de
50.000 a 60.000 millones de euros.
Si la transición llegara a prolongarse, Inglaterra tendría
el mismo tratamiento externo de cualquier país que participe en los programas
europeos.
El
proyecto de acuerdo contempla, igualmente:
1. La salida de Inglaterra del
Euratom, el tratado comunitario sobre la energía nuclear [2].
2.
Protección
a los derechos de la propiedad intelectual, y en especial de las directivas geográficas.
3.
Darle
continuidad a la cadena de distribución, estableciendo las respectivas regulaciones
de los bienes que circulan en el mercado único antes del Brexit.
4.
Dos
Protocolos de los 3 que contiene el tratado abordan problemas delicados y
complejos. Uno, el conflicto sobre Gibraltar [3]
y el otro sobre las bases inglesas en Chypre.
El asunto de la soberanía
de Inglaterra es abordada desde la perspectiva de que el Tribunal de Justicia
de la Unión Europea ejercerá las mismas competencias, hasta que finalice el
período de transición. Este es uno de los puntos más complicados en cuanto a la
política interna del Reino Unido se refiere. El orgullo, independencia y
autonomía de la jurisdicción de Inglaterra se considerará vulnerada por sectores fundamentales de la clase
política, lo cual quedará evidenciado en
los debates que sacudirán próximamente la sociedad inglesa, y sus respectivas consecuencias.
El acuerdo de salida que se ratificará este domingo,
deja competencias intactas al Tribunal de Justicia de la Unión Europea. Más
aún, todos los procedimientos se resolverán de acuerdo a las normas de la UE.
Puede, incluso, que algunos controvertidos asuntos vayan más allá del 2020.
Importantes sectores anti-Brexit, en el marco del
debate político, lo consideran una claudicación.
En términos de los acuerdos alcanzados, las cuestiones que afectan la competencia y
ayudas del Estado iniciadas antes del final de la transición quedan bajo el
marco actual. Además, se establecen procedimientos de arbitraje y un panel mixto
que supervisará las disputas que haya sobre el Acuerdo de Salida en sí, pero el TJUE tendrá la última palabra en todo
lo que afecte a la Ley Europea.
Casi inmediatamente de presentadas las líneas
generales de este proyecto en Inglaterra, ocurrió lo que se esperaba: el
gobierno de Th. May se tambalea, parece que sus días estuviesen contados, que
el Brexit abre una nueva etapa política en la Inglaterra de nuestros días.
Euroescépticos, Ultracatólicos, conservadores, Boris
Johnson, Liberales Demócratas y conjurados encubiertos ya han planteado que ese es un pacto
inaceptable para Inglaterra. Es decir, Th. May no lo tendrá nada fácil en la
Cámara de Los Comunes. Y eso ya se veía venir.
Las críticas van en diferentes direcciones:
a) “Que
asegure una relación futura fuerte, que permita los mismos beneficios de los
que goza en la actualidad el Reino Unido en la UE, que permita una gestión
justa de la inmigración, que defienda los derechos, que proteja la seguridad
nacional y que cumpla lo prometido por igual para las naciones constituyentes del
país”, exigen por los predios del Labour Party.
b) "Un
acuerdo que establezca nuevas barreras entre Irlanda del Norte y Reino Unido
básicamente socavará la integridad constitucional y económica del Reino Unido.
Eso no es aceptable", ha declarado Arlene Foster
del DUP. Y ha finalizado diciendo, "con el tiempo, un acuerdo así debilitará
la Unión".
c) El
conservador y exministro Boris Johnson, considera que es "totalmente
inaceptable para alguien que crea en la democracia". Ese acuerdo convertiría
a Reino Unido en un "Estado Vasallo" de la UE. "Por primera vez
desde la independencia irlandesa, Dublín tendrá más voz en algunos aspectos de
Irlanda del Norte que Londres", sentenció.
d) Jacob Rees-Mogg, parlamentario tory defensor acérrimo de la salida de la UE ha manifestado
que el borrador "no cumple muchos de los compromisos que hizo la primera
ministra sobre el Brexit “.
e)
Nicola Sturgeon, primera
ministra de Escocia del Partido Nacional Escocés, ha publicado en Twitter. "Si el
'acuerdo' de la primera ministra [Theresa May] no satisface a nadie y no puede
concitar la mayoría, no debemos dejarnos engañar por su visión sesgada de que
una salida derrotada de Reino Unido sería entonces inevitable. Al contrario,
deberíamos aprovechar la oportunidad de conseguir que otras opciones mejores
vuelvan a estar sobre la mesa"[4].
Pero el debate político en Inglaterra ya no es lo
pragmático y previsible de tiempo atrás, por lo que amanecerá y veremos.
Más allá de la coyuntura a la que nos ha traído el
Brexit, llaman mucho la atención las expresiones de un brillante pensador como
Jûnger Habermans[5], quién
sostiene que en la UE los avances del “nacionalismo abiertamente eurófobo” son
evidentes y cada vez más presentes en el contexto regional. Y ahora la
disyuntiva es si los líderes políticos se dedican a defender la Unión Monetara
ante los embates especulativos y las desviaciones coyunturales, o si, plantea
J. Habermans, “debemos aferrarnos a la promesa incumplida de desarrollar la
convergencia económica en la eurozona y, por tanto, convertir la Unión Monetaria
en una Unión Política europea proactiva y eficaz” [6].
[2] El Tratado Constitutivo de la Comunidad Europea de la
Energía Atómica se firmó el 25 de marzo
de 1957. De acuerdo a la página del
Parlamento Europeo, http://www.europarl.europa.eu/ , los
objetivos principales del Tratado EURATOM son: siguientes:
- Desarrollar la investigación y difundir los conocimientos técnicos
- Establecer normas de seguridad uniformes para la protección de la población y de los trabajadores
- Facilitar la investigación
- Garantizar que los materiales nucleares civiles no se destinan a otros fines, en particular militares.
La importancia del Tratado Euratom se puede
apreciar sobre todo en el contexto de la ampliación. La energía atómica es una
importante fuente de energía para muchos países de la Europa oriental, pero las
normas de seguridad aplicadas en sus centrales nucleares y los niveles de
protección de la población y de los trabajadores no siempre son suficientes .
[3] La tensión sobre Gibraltar ha
aumentado después del pre-acuerdo entre Inglaterra y la UE. El gobierno español
ha objetado el artículo 184, y solicita se introduzca la especificidad de
Gibraltar, de lo contrario estaría en posición de reconsiderar la firma del
Proyecto negociado con Inglaterra.
[4][4]
Tomado de https://elpais.com Consultado el 19/11/2018.
[5]
Filósofo, Sociólogo y
Profesor de la Universidad Johan Wolfang
Goethe, autor de más de 38 libros, entre los que destaca “El Occidente Escindido” (2004) y “En la Espiral
de la Tecnocracia”(2016), entre otros.
[6]
Conferencia dictada por Junger Habermans ¿Hacia dónde va Europa?, y
traducida por El País de España en fecha 18/11/2018. Veáse https://elpais.com Consultado el 20/11/2018.
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