Boris
Johnson con “Brexit duro”para Inglaterra en noviembre.
Prof. Dr. Carlos Eduardo
Daly Gimón
El
“Brexit duro” de Boris Johnson no es, todavía, la única vía que tiene
el Reino Unido para salir del Proyecto Integracionista Europeo a corto plazo. La
otra fórmula que le ha antecedido es el “Brexit blando”, también conocido como
“Brexit ordenado”; y/o, la eventual convocatoria a un nuevo Referéndum para que
los ingleses se pronuncien [1].
El “Brexit
blando” que Theresa May negoció con las representantes de las instituciones
comunitarias en Bruselas fracasó reiteradamente, y, después de tres intentos
consecutivos, nunca logró la aprobación del Parlamento Británico. Por eso tuvo
que renunciar al cargo de Primer Ministro en julio de 2019. Y quién ganó las
preferencias fue su exministro de relaciones exteriores Boris Johnson,
enarbolando siempre la bandera de una solución drástica, radical, para el
Brexit.
“Brexit
duro” y “Brexit blando” son calificativos que comenzaron a utilizarse en los círculos políticos, mass media y medios
académicos ingleses para identificar dos posiciones ante un mismo asunto,
siempre enfocado desde la mayoría conservadora de los “Tories” y sus aliados legislativos.
Todo ello por oposición a los anti-brexits, guiados por el Labour Party y su
líder Jeremy Bernard Corbyn. El Brexit ha sido pues, desde sus inicios en 2013,
una lucha política entre Laboristas y Conservadores en la arena política de
Inglaterra, y que terminó trasladándose a los escenarios internacionales hasta
involucrar no sólo a los 28 países de la Unión Europea sino también a
importantes naciones partícipes del mundo global. El 23 de junio de 2016, los
partidarios por la salida del Reino Unido logran el 51,9% y los opositores
48,1%, dándose inicio al proceso de salida de Gran Bretaña de la UE y que hasta
ahora no ha sido posible concluir.
Con
B. Johnson como jefe de gobierno, su principal promesa electoral no resulta
nada definida hasta ahora, y sólo tenemos que a partir del 31 de octubre de
este año ocurrirá la salida de la UE sin acuerdo, “Brexit duro”, o, en caso
contrario, seguiremos en el esquema aprobado con los líderes de la Unión
Europea; y sobre lo cual el parlamento británico tendría que pronunciarse una
vez más.
En
cualquier caso, el Brexit que se vislumbra para después de octubre trae importantes
implicaciones y consecuencias.
Veamos.
La
Oficina para la Responsabilidad del Presupuesto (OBR) de Inglaterra ha afirmado
este mes, que con el Brexit sin acuerdo podría crearse un desajuste de unos
34.400 millones de euros en el Tesoro Público, y más aún, que la Deuda Pública
Nacional superaría los 2 billones de euros en 2024.
La incertidumbre
creada por el retiro del proyecto integracionista europeo afectará las
inversiones, y los nuevos esquemas arancelarios tendrán efectos directos sobre
la demanda externa y el comercio exterior de la economía inglesa.
Es
decir, está planteada una contracción económica a partir del 2020.
El
Banco de Inglaterra también se ha pronunciado al respecto: en noviembre de 2018
la institución financiera más destacada de ese país reveló la posibilidad de una
caída del PIB del alrededor de un 8%, de que las tasas de interés aumenten
hasta un 5.5%, y que una salida no negociada pueda afectar a la libra esterlina
hasta acercarla a cotizaciones semejantes al dólar norteamericano.
Pero
existen otras secuelas que no podemos pasar por alto.
A
principios de noviembre Inglaterra estaría fuera del Mercado Único y de la
Unión Aduanera, lo que llevaría, ipso facto, a que el conjunto de relaciones
comerciales entre los 27 países y Gran Bretaña se regiría por las normas de la
Organización Mundial del Comercio (OMC).
En términos
prácticos, ello significa que los productos británicos que se comercializen en
la Unión Europea tendrán el mismo trato que los de cualquier otro país. En el
caso de los bienes del continente europeo que ingresen a Inglaterra recibirán
las mismas imposiciones y restricciones arancelarias, aun cuando las autoridades de comercio y aduanas han
asegurado su disposición para darle la mayor flexibilidad posible a esos flujos
comerciales.
A este respecto, según la BBC, ello podría
acarrear:
- Demoras en la frontera.
- Aumento de los controles de inmigración.
- Menos comida disponible.
- Posibles aumentos de precios para los servicios públicos, alimentos y combustible.
En vista de lo cual, asegura el prestigioso portal
de noticias, se les ha pedido a las empresas prepararse mediante el
almacenamiento en caso de que se interrumpan los suministros [2].
Con
respecto a los servicios también las incertidumbres son abundantes.
Las
prestaciones más afectadas por el Brexit son el sector bancario en su conjunto,
los seguros o valores que presten empresas británicas en la Unión Europea, y,
también, las actividades que en esta materia atiendan las empresas europeas en
Inglaterra.
Lo
que en pocas palabras implica una redefinición de los mercados financieros y
por tanto la modificación del rol de la City en las transacciones monetarias y
financieras del viejo continente.
La
City es un sector muy importante de la economía inglesa y de sus negociaciones internacionales. Se estima que
ocupa a más de 2.000.000 de personas directa e indirectamente; es el centro
operativo y de transacciones fundamentales para el crecimiento económico y los
flujos de inversión, y se le considera uno de los mercados de divisas más grande
del mundo. Además, representa alrededor del 6,5% del PIB del Reino Unido, posee
una infraestructura eficiente y fiable,
y sus bajos niveles de regulación lo convierten en un mercado muy atractivo
para una gama muy amplia de empresas que actúan en la economía globalizada.
De
materializarse el “Brexit duro” estaríamos en presencia de un obstáculo de
grandes dimensiones para el papel de Inglaterra como exportador de servicios
financieros a Europa y el resto del mundo, y la consecuente renegociación de
una serie de tratados indispensables para mantener esos servicios.
En
el proyecto de tratado negociado por Th. May –“Brexit blando”- se estableció un
período de transición hasta el 31 de diciembre de 2020 (prorrogable uno o dos
años), período en el cual se seguirían aplicando las normas adoptadas
conjuntamente, lo cual garantizaba la aplicación transfronteriza de servicios
financieros.
No
sabemos aún si el “Brexit duro” establecerá un corte a partir del 31 de octubre
y redefinirá ese período de transición, o como ha sostenido en el corto período
de gobierno de B. Jhonson, Inglaterra saldrá a como dé lugar de la Unión
Europea, lo que se ha dado por llamar “una salida desordenada”.
Aparte
de los servicios financieros, tendrán que establecerse nuevas pautas para las
estrategias de seguridad y defensa; darle forma a las relaciones
transatlánticas, cooperación judicial, cooperación policial, la posible
exclusión de la Base de Datos de
información compartida con países de la UE y las estrategias de lucha contra el
terrorismo; entre otros [3].
Asimismo,
Inglaterra tendría que salir de la órbita de importantes instituciones como el
Tribunal de Justicia de la Unión Europea e incluso de la Oficina Europea de Policía (Europol).
Abandonaría
igualmente organismos de amplias repercusiones en el funcionamiento
gubernamental, como son las medicinas (EMA) o las marcas registradas (Oficinas
Nacional de PI, BOIP y EUIPO).
En
esta enumeración de los efectos sobre las relaciones UE y Reino Unido está el
tema de las contribuciones financieras al Presupuesto Plurianual de la UE,
también conocida como la Tasa de Salida.
A
este respecto vale anotar que si bien se le ha dado amplia cobertura en los
medios de comunicación, la Tasa de Salida no es un aspecto financiero
determinante del Brexit.
Los
datos revelan que la factura total del Brexit en materia presupuestaria podría
elevarse a magnitudes muy cercanas a los 50.000 millones de euros, y en el
Presupuesto Plurianual las estimaciones se ubican alrededor de los 16.500
millones de euros que tienen que asumir los socios europeos. Si lo vemos en
términos de ahorro para Inglaterra, podríamos hablar de alrededor de US$11.200 millones por año[4].
Finalmente,
el engorroso problema de la restitución de la frontera en entre la
República de Irlanda (miembro de la UE) e Irlanda del Norte, parte del Reino
Unido.
Th. May
había logrado un acuerdo para establecer un Backstop, de manera de evitar
puestos fronterizos en los límites de la República de Irlanda. Este es un
aspecto primordial, pues recordemos que fueron una condición en los Good Friday Agreement de 1998, también
llamado Acuerdos de Belfast, mediante los cuales se puso fin a largos años de
violencia.
Algunos
parlamentarios del “Brexit duro” han mencionado la solución tecnológica que
ayudaría a construir una frontera invisible como salida; pero desde la vocería
gubernamental no se precisa nada al respecto. Hasta ahora, la Cláusula de
Salvaguardia se erige como solución intermedia pues entre la línea blanca que
está en el Reino Unido y la línea amarilla que está en Irlanda, para regular el
espacio entre esas dos líneas la Cláusula de Salvaguardia garantiza la libre
circulación de personas, mercancías y capitales entre Irlanda del Norte y la
República de Irlanda, sólo que el Gobierno británico se opone. Habrá que ver la
perspectiva que trae el “Brexit duro” y su aceptación en esas áreas
fronterizas.
Finalmente,
quedan los efectos que podría experimentar la población ante las acciones que se
tomarán en noviembre y semanas que le siguen.
Uno
de los temores por el Brexit en general, es el aumento de precios en el mercado
interno. La Oficina Nacional de Estadísticas Nacionales (ONS) británica divulgó
que en julio la inflación fue de 2,1% interanual, lo cual si bien se nota un
ligero aumento se mantiene en los niveles previstos. Habrá que esperar por el
impacto a partir de noviembre pero las expectativas son hacia un alza de los
alimentos, particularmente.
Otro aspecto sensible es la tarjeta de salud
europea (EHIC), la que le permite a cualquier ciudadano europeo recibir
tratamiento en los hospitales públicos de cualquier país miembro en caso de
enfermedad o accidente; esto dejará de tener vigencia para los europeos del
continente.
El roaming para los teléfonos celulares, los viajes
con mascotas, o la obtención de licencias de conducir pasarán a ser nuevos
requerimientos en la vida cotidiana de los ingleses y de sus exsocios
comunitarios.
Incluso, los ciudadanos europeos que viven en el
Reino Unido podrán solicitar estatus de residente, aun cuando se diera un
“Brexit duro” en noviembre. Igual recomendación se ha hecho para los residentes
ingleses en el continente europeo.
Los anuncios de B. Johnson sobre la aplicación de
un “Brexit duro” han creado desconfianza y zozobra en los mercados, lo cual si
bien no revela nada definitivo es un síntoma de los indicios que hemos
comentado con anterioridad.
La Libra Esterlina se ha devaluado frente al dólar
y el euro, y ha experimentado su mayor desplome desde 2016. Los vaticinios para
los próximos meses no son mejores.
Incluso ya se ventila la posibilidad de que ante
las dificultades económicas que se avecinan, haya elecciones anticipadas.
El tema de la cláusula de salvaguardia está
verdaderamente complicado: B. Johnson afirma que la decisión corresponde a la
Unión Europea y ésta se niega a abrir cualquier diálogo al respecto. Muchos de los dirigentes, por cierto, tienen
que ser cambiados o reelectos.
Incluso el Primer Ministro de Gales ha manifestado
su franca oposición a un Brexit sin acuerdo por parte del gobierno británico.
Quedan apenas poco más de dos meses para enterarnos
de si toda la parafernalia de B. Johnson es seria y viable, o se trata de
desplantes de político excéntrico y populista. Falta muy poco.
[1]
El término Brexit proviene
de las palabras Britain (Gran Bretaña) y Exit (salida), empleado con el fin de
colocar en forma abreviada el retiro de Inglaterra de la Unión Europea.
Conviene tener presente que cuando en 2015 se planteó la salida de Grecia de la
UE, la prensa y analistas internacionales acuñaron el vocablo
Grexit para identificar el mismo fenómeno, e incluso se llegó a hablar
de Grexident como forma resumida de definir un eventual accidente o imprevisto
en esa salida.
[3] Veáse ¿Qué es el Brexit? Origen y posibles consecuencias. Anuario Mexicano de Derecho Internacional. 2017. En https://www.sciencedirect.com/science/article/pii Consultado el 22/07/2019.
[4]
Veáse el “Brexit duro y los
presupuestos en la UE”.En: https://www.eleconomista.es/. Consultado el 25/07/2019.
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