Abqaiq y Khurais: un episodio más en la guerra del
petróleo en Oriente Medio.
Prof. Dr. Carlos Eduardo Daly Gimón
El pasado sábado 14 de septiembre, dos
instalaciones petroleras estratégicas, la refinería Abqaiq y el campo Khurais de
Aramco, fueron atacadas con Drones e incendiados.
Las operaciones fueron suspendidas, y se creó
una situación de verdadera emergencia en la actividad petrolera de Arabia Saudí,
y, también, en los escenarios internacionales.
Se trata, ciertamente, de una arremetida que
tomó por sorpresa a todo el mundo, aunque si a ver vamos, es una afirmación
algo exagerada ante la acostumbrada conflictividad que caracteriza al Oriente
Medio[1].
Lo que no deja lugar a dudas es que estamos en
presencia de un hecho que supera, ampliamente, las fronteras geopolíticas tradicionales
y abre un escenario de grandes interrogantes e inesperadas repercusiones.
Comenzamos por los autores del atentado.
Como bien tiene que ser para un hecho de tanta
importancia, existen diferentes versiones, y por tanto, probablemente, nunca se
sabrá a ciencia cierta quién fue que ordenó la agresión.
Inicialmente, se identificó a los Hutíes de
Yemén cómo los autores del atentado en respuesta a la intervención militar que
Arabia Saudí lleva a cabo en Yemen, junto a los Emiratos Arabes Unidos y otros
países, desde 2015. El
ministro saudí de energía Abdulaziz bin Salman así lo declaró a
los medios internacionales.
En las horas siguientes Estados Unidos dio una
versión diferente sobre la autoría de la agresión. Mike Pompeo no solamente
desmintió la eventual participación de los rebeldes Hutíes, sino que aseguró la
absoluta responsabilidad de Irán.
Teherán es aliado de los Hutíes, eso es bien
conocido en la región, pero las cosas no resultan claras en cuanto a su directa
injerencia en este grave atentado. Los Hutíes están en una guerra civil de
corte religioso desde 2014, en cuyo protagonismo político se encuentran, por
una parte, los zaidíes de confesión chií y apoyados por Irán, y, por la otra,
los musulmanes suníes respaldados por Arabia Saudí y otras naciones musulmanas.
Es un conflicto regional de particular importancia, pues allí se enfrentan dos
visiones político-religiosas que aspiran alcanzar el liderazgo de los
musulmanes: los suníes con el wahabismo radical de Arabia Saudí y la Revolución
de los Ayatolás, quién encabeza la causa de los chiíes en el mundo.
Hasta ahora sólo hay sospechas de que las
armas hayan sido suministradas por Irán, y lo que sí sabe con absoluta certeza
es que con la desintegración del Ejército de Yemén, los rebeldes Hutíes
lograron tomar posesión del arsenal que quedó bajo su control.
Más allá de las preguntas que quedan
pendientes por aclarar en cuanto a cómo pudo vulnerarse con tanta facilidad los
sistemas defensivos del principal importador de armas del mundo, o como las
refinerías de importancia estratégica para el reino Saudí han podido ser
aventajadas por agrupaciones de una capacidad bélica muy limitada; queda claro que tiene una fuerte fragilidad en materia militar, al menos en cuanto a su seguridad energética se refiere.
Los efectos sobre el contexto petrolero es
otro asunto realmente diverso y enrevesado.
En lo inmediato, surge el problema del desabastecimiento petrolero.
De esas
instalaciones petroleras, según la AIE[2],
el campo de Khurais produce alrededor
del 1% del petróleo consumido a nivel mundial, y la refinería de Abqaiq puede
llegar a procesar hasta un 7% de la demanda mundial.
Se
trata de la primera planta refinadora internacional, y junto al campo petrolero
de Khurais quedan fuera de los mercados cerca del 50% de la capacidad productiva Saudí.
Y no
olvidemos que representa cerca del 45% del PIB del reino Saudí.
Abdulaziz
bin Salman ha dicho a los medios internacionales que la suspensión de
las exportaciones es temporal, y que se recurrirá a las reservas de crudo para
reemplazar la falta de petróleo provocado por esta situación. No obstante, la
propia Aramco ha reconocido que aunque ya comenzaron a repararse los daños
causados se ignora cuando se normalizarán de nuevo las plantas siniestradas.
El impacto sobre los precios del petróleo es
otro asunto sobre el cual hay que detenerse.
Ante todo hay que tener en cuenta que, tal
como señalamos en líneas precedentes, se trata de uno de los principales
productores y exportadores de petróleo a nivel mundial en la actualidad[3].
La producción diaria de Arabia Saudita ronda los 11 millones de barriles
diarios. Eso significa que una alteración en el suministro de hidrocarburos
como la que acaba de ocurrir tiene una gran importancia en los mercados. De
allí el nerviosismo e inestabilidad observado en la compra venta del petróleo
crudo y productos refinados. Este lunes, informa la BBC[4],
el precio del petróleo tipo Brent experimentó un alza del 20% aproximadamente,
pues de una cotización de alrededor de US$ 60 del día viernes 14, este lunes se
colocó alrededor de los US$ 71,95.
Aparte del recurso a las reservas petroleras
de Arabia Saudí, D. Trump, ha sostenido el día de ayer que autorizaba el uso de
la reserva estratégica de los Estados Unidos, para abastecer adecuadamente los
mercados; incluso llegó a utilizar la expresión “Plenty of Oil” (mucho
petróleo) en su cuenta de Twiter.
Pero ciertamente las cosas son más
complicadas.
Nadie sabe cuánto tiempo va a durar esta
coyuntura.
La profundidad de los daños es una variable
desconocida hasta estos momentos, y de su evaluación dependerá la reactivación
de la refinería y de la producción de
crudo.
La reacción de los compradores de
hidrocarburos es una incógnita presente en éste contexto. No resulta sencillo
prescindir de un volumen significativo de petróleo, y/o de derivados, en el
corto plazo y de manera imprevista. Ello afectará, a no dudarlo, el crecimiento
económico mundial en caso de que el plazo de normalización sea más extenso de
lo conveniente.
Queda, por supuesto, la intensificación del
conflicto con Irán y los problemas que ahora estarán presentes con mayor
intensidad en la guerra de Yémen.
Las acusaciones de los Estados Unidos acerca
de la participación de Irán han sido divulgadas por el New York Times, y la
prensa internacional en general. Se han mostrado fotografías que supuestamente
revelan que los ataques se dieron a partir del norte del Golfo Pérsico, Irán o
Irak, y que incluso podría haberse dado una combinación de drones y misiles de
crucero.
La respuesta de Irán, en declaraciones de Javad
Zarif, Ministro de Relaciones Exteriores, ha sido que se trata de una “máxima
mentira” y el presidente iraní ha completado esa afirmación con la expresión de
que “prevenir una agresión de EE.UU es la única forma de asegurar la seguridad nacional”.
En cualquier caso, este ataque a la refinería Abqaiq y
al campo petrolero khurais se enmarca en la continuación de una serie de hechos
que le precedieron y que colocan al Golfo Pérsico en un estado de extrema
tensión.
En junio de este año, el estrecho de Ormuz, el
paso más importante para la producción petrolera mundial, fue el centro de
atención internacional cuando se acusó a la nación iraní de atacar a buques
petroleros, particularmente el Stena Impero de bandera británica posteriormente liberado, y el Mesdar con
bandera de Liberia. Este hecho elevó las tensiones a tal punto que hacían
presagiar un eventual ataque militar por parte de potencias occidentales. Irán
ha llegado a declarar que estaría dispuesto a usar minas, submarinos, misiles y
lanchas rápidas para bloquear el paso de barcos petroleros.
Antes de eso, la tirantez tomó fuerza con la
suspensión de los acuerdos internacionales para el enriquecimiento de uranio de
2015 que había sido suscrito por el
gobierno de B. Obama, y que D. Trump decidió no solamente anular sino que a
raíz de esas desaveniencias con el régimen iraní le impuso sanciones
internacionales que afectarían directamente a su economía, y a todos aquellos
que siguieran comprando su petróleo.
Aparte ello,
los Estados Unidos han afirmado haber derribado un Dron Iraní, y en el mes
de mayo enviaron al Golfo Pérsico el grupo de Ataque USS Lincoln.
Como se ve, el conflicto que tiene como
trasfondo el petróleo está en curso y nadie sabe qué rumbo puede tomar en las
próximas semanas o meses. Iran es un país que no solamente ha tomado posiciones
frontales ante Estados Unidos y sus más
cercanos aliados, sino que se niega a negociar aspectos considerados
fundamentales para su inserción pacífica y amistosa en la comunidad
internacional. Tiene inmensas reservas petroleras y aspira a desempeñar un
liderazgo político/religioso regional. Arabia Saudí, Emiratos Arabes Unidos y
otros países petroleros no solamente se oponen a ello sino que están dispuestos
a medidas más drásticas para arrinconar a Irán[5].
Y por si faltara algún ingrediente en este complicado
panorama, ahora llega este ataque al corazón mismo de la economía Saudí y las
múltiples consecuencias que en lo inmediato ya sacuden los fundamentos
energéticos de la economía petrolera mundial.
Como si la invasión de Afganistán, la guerra civil
en Siria, el conflicto israelí-palestino, el yihadismo en todo el Medio Oriente
y más allá, o la guerra en Yemén no fueran suficientes, ahora tenemos que esta
disputa entre el Reino de Arabia Saudí y la República Islámica de Irán se
desarrolla en el centro mismo de la industria petrolera y pone en vilo la paz y
la seguridad internacional.
[1]
Noreng, Oystein. “El Poder
del Petróleo. La política y el mercado del crudo”. Editorial El Ateneo.
Editorial Review. Grupo Ilhsa S.A.; Translation edition. 2003.
[2] Veáse https://www.iea.org Consultado el 17/09/2019.
[3]
Veáse https://www.opec.org Consultado el 16/09/2019.
[4] Véase https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-49709721 Consultado el 16/09/2019.
[5] Landro, Fernando. ”Medio Oriente.
Historia,Política y Cultura”. Ediciones Ciudad Argentina. 2004.
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