Nuevas fronteras.

México – El desafío de la Gestión integral de Fronteras












 

Nueva Fronteras.    

 

        Prof. Dr. Carlos Eduardo Daly Gimón



Las fronteras de hoy en día son factores complejos que revelan aspectos normativos, políticos, de inmigración y hasta de justicia interna, y, desde luego, siguen siendo las líneas de demarcación que separan unas naciones de otras, lo que equivale a decir del resto del mundo.

Son, en fin de cuentas, los límites históricos de los Estados y  de las entidades políticas con soberanía propia. 

En términos objetivos, las fronteras representan la más pura expresión de una serie de cambios coyunturales que se manifiestan en conflictos, guerras, hostilidades recíprocas, flujos migratorios, contrabando, tráfico de drogas, intervenciones extranjeras y hasta en la misma salvaguarda del poder político.

Vale agregar a ese conjunto de particularidades, el Covid-19.

El virus de Wuhan plantea, desde hace muy poco tiempo, el rediseño de las fronteras en diferentes zonas del planeta; cambios que apenas se asoman y que acarrean importantes secuelas.

Desde los inicios de la pandemia en diciembre 2019, los países adoptaron de manera concurrente una decisión que fue ampliándose a medida que la contaminación aumentó y que fue, pura y simplemente, el cierre de fronteras.

Prácticamente al unísono, a medida que la pandemia avanzaba y arrojaba cifras escalofriantes de enfermos en los sistemas sanitarios y fuera de ellos, los gobiernos optaron por cerrar herméticamente sus fronteras.

Saltaron por los aires los acuerdos internacionales de diversa índole, los derechos al libre tránsito, los pactos políticos sobre la inmigración y el manejo de tan difícil asunto, el turismo a nivel mundial, las operaciones aéreas internacionales, ciertas reivindicaciones territoriales de corte transfronterizo, y pare usted de contar. Cesaron las actividades económicas aledañas a las líneas fronterizas, y llegó una especie de emergencia territorial que nadie sabe cuándo ni cómo va a finalizar.

Ya en vías de reabrir sus espacios fronterizos, la Unión Europea ensaya opciones para adelantarse en la búsqueda de la normalidad perdida. Y los debates van y vienen.

Probablemente sea ésta la mayor polémica en esta materia que haya conocido el Proyecto Comunitario Europeo en su historia.

Desde que los Acuerdos de Schengen fueron incorporados al derecho primario de la UE en 1996, los asuntos fronterizos entre países quedaron zanjados. De allí en adelante, 26 naciones se rigen por esas normas comunitarias, con ciertas y determinadas excepciones en cuanto a su aplicación y permanencia en los territorios comprometidos en el Tratado de  Shengen.

La reapertura de fronteras en la Unión Europea a partir del mes de julio es un ensayo con una serie de limitaciones y un sinfín de interrogantes.

Quedan fuera de este arranque los Estados Unidos, Rusia y Brasil. En el caso de China habrá que esperar si aplica la reciprocidad; en América Latina sólo quedó beneficiado Uruguay. Los países de mayores contagios no son bien vistos para los intereses europeos, y por tanto, las fronteras se erigen pura y simplemente como un instrumento de control de la pandemia.

Los criterios científicos se basaron en:

  • Asegurar que la tasa de infección por covid-19 en el país seleccionado fuera lo suficientemente baja (donde las naciones tenían una tasa de menos de 16 por cada 100.000 infectados).
  • Que hubiera una tendencia descendente de casos.
  • Que las medidas de distanciamiento social se siguieran en "un nivel suficiente[1].

Pero, agrega el Consejo Europeo, cada socio puede decidir prohibir la entrada de pasajeros desde Marruecos, Argelia y Túnez, así como de Canadá, Japón, Australia, Nueva Zelanda, Corea del Sur, Tailandia, Georgia, y Ruanda, si cualquiera de ellos no aplicaran la reciprocidad con la UE[2].

Dada la exclusividad que implican estas medidas[3], las autoridades comunitarias han aprobado que sean revisadas cada quince días, y en el caso de los países exceptuados se les permitirá el acceso a aquellos que sean ciudadanos o residentes en la UE, o, también, a quienes viajan en el desempeño de funciones esenciales, como son los médicos, expertos sanitarios, personal de transporte y estudiantes.

Por su parte, el manejo de las nuevas fronteras también tiene sus especificidades en América.

Al igual que los europeos, Estados Unidos adoptó en marzo importantes medidas de control fronterizo y de restricciones de viajeros, siempre en la perspectiva del gobierno de D. Trump de frenar la inmigración.

En el tránsito terrestre de personas, se ha invocado la Ley de Salud pública de los Estados Unidos para proceder al retiro rápido de migrantes detenidos en la frontera, todo lo cual ha sido cuestionado por activistas de derechos humanos y ONG pues al parecer no se trata solamente de un asunto de salud pública sino más bien de estrechar el cerco sobre los migrantes, y, consecuentemente, de los menores que los acompañan.

En esa misma perspectiva, Canadá y Estados Unidos decidieron conjuntamente extender hasta el 21 de julio el cierre para los viajes no esenciales, aunque el tráfico comercial continúa.

De igual manera, el manejo de las fronteras entre Colombia y Venezuela no deja de sorprender en el marco de las políticas gubernamentales que orientan sus decisiones.

Aparte del tradicional cierre de fronteras aéreas que han practicado la gran mayoría de países en el mundo entero, en Venezuela se ha dado un fenómeno significativo de retorno en razón de las severas dificultades de esos migrantes en distintos países a los que migraron.

Imposibilitados de poder acceder a los medios de subsistencia en los lugares de destino, los migrantes han optado por regresar a Venezuela. Ante este importante flujo poblacional y para supuestamente evitar el contagio masivo de Covid-19, las autoridades optaron por dictar medidas restrictivas en la frontera con Colombia e instalaron campamentos para su acogida en medio de condiciones higiénicas y sociales deplorables, y severamente cuestionadas por parte de organizaciones de defensa del ciudadano. Finalmente, como era de esperarse, muchos migrantes han optado por saltarse los canales regulares para ingresar al país, y han recurrido a las “trochas”, vías ilegales a lo largo de la línea fronteriza, ocasionando así serias consecuencias en el contagio del Covid-19 en varias provincias cercanas a la región fronteriza.

Esta vez, el autoritarismo y la improvisación reinan en la frontera colombo-venezolana ante el temor a pandemia.

Las nuevas fronteras son la expresión flagrante e incuestionable del retroceso que experimenta el planeta entero ante las consecuencias del Covid-19. Los países se cierran, los gobiernos deciden unilateralmente, se desconocen normas y leyes vigentes con la excusa de los estados de excepción, las economías se paralizan y se llega a una situación de desequilibrio y de incertidumbre.

La globalización ha sido interrumpida, sin que nadie sepa cuando se reanudarán los flujos internacionales de bienes y servicios, y vuelva la tan ansiada normalidad.

Acaso sea con la post-pandemia; probablemente.



[1] Tomado de BBC. “Viajes a Europa: los 15 países (uno de América Latina) de los que la UE admite viajeros en el inicio de reapertura por el coronavirus”. https://www.bbc.com Consultado el 04/07/2020.























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