Reactivación económica con confinamiento. Qué cosa, no?
Prof. Dr. Carlos Eduardo Daly Gimón
Si este planteamiento se le hubiere formulado a un futurólogo de oficio, probablemente hubiere preferido hablar de la importancia de los agujeros negros en la gravitación del universo antes de responder a semejante acertijo. Más ahora que comienza el invierno y muchas economías marchan aceleradamente hacia un nuevo confinamiento, y por tanto hacia una dura prolongación de la recesión económica en curso. No se requiere ser profeta para predecirlo, tampoco adivino.
Veamos.
Primero, la situación actual de parálisis generalizada de la economía.
Los datos estadísticos del mes de octubre del Fondo Monetario Internacional [1] revelan que la contracción económica mundial será de 4.4% este año, un poco mejor que el 5.2% ya adelantado en el mes de junio, sin embargo, será la peor crisis económica mundial desde la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado.
El aparato económico de los Estados Unidos caerá en un 4.3% este año. La actividad productiva en la zona euro disminuirá en más del 8.3% en 2020, aunque el organismo multilateral establece ciertas diferencias en ese sentido pues Alemania decrecerá en 6,0% mientras que en el caso de España, dónde el turismo externo e interno ha experimentado un verdadero colapso, la contracción económica será de 12.8% aproximadamente.
En el mundo en desarrollo la pandemia ha surtido un impacto aún más devastador, particularmente en América Latina. Al igual que otras regiones, las cifras sobre Latinoamérica mejoran un poco con relación a los pronósticos anteriores, pues ahora la región caerá sólo en 8.1% en 2020.
Las economías de mayor peso como son Brasil y México reducirán sus actividades productivas en 9% y 5.8% respectivamente. Pero no son esos países los de peores resultados en materia de crecimiento económico. Quizás, de acuerdo al FMI, el desplome de Venezuela (25%) y del Perú (13.9%) sean situaciones de verdadera emergencia económica que ameritan políticas públicas consistentes que permitan revertir tan deplorables resultados macroeconómicos.
Porque, sin lugar a dudas, en las regiones de menor desarrollo el corolario de la contracción económica es el aumento y profundización de la pobreza, con sus secuelas de atraso y exclusión de amplios sectores sociales.
En América Latina los países menos afectados por la crisis sanitaria han sido Uruguay (4.5%) y Paraguay (4.0%).
Pero, como siempre, hay sus excepciones.
No deja de sorprender la capacidad de recuperación de la economía China. Probablemente sea por la combinación de acciones efectivas contra la pandemia, que por cierto tuvo su origen en la región de Wuhan, y, consecuentemente, la reactivación de su sistema productivo, que el gigante asiático ya registra un crecimiento económico muy próximo al 2% (1.9%).
Segundo, la imposibilidad práctica de abrir las economías por la persistencia de la pandemia. La experiencia europea es una referencia obligada en este sentido.
Son tres los períodos en la lucha contra el Covid-19 en el viejo continente.
Al principio, se trató de determinar la importancia e implicaciones del virus, lo cual tomó varias semanas. Hubo dudas, avances y retrocesos. Desde marzo hasta mayo se hizo frente a lo que, originalmente, parecía una ficción o una farsa. Las muertes empezaron a crecer aceleradamente y los gobiernos empezaron a intentar controlar esa primera avalancha.
Los sistemas sanitarios se vieron congestionados y, en algunos países, superados por el número de contagiados, las urgencias, la respuesta del personal disponible para enfrentarlo, y los fallecimientos.
Fueron, si así puede llamársele, momentos de susto y consternación.
Las fábricas se cerraron, las oficinas también, se establecieron controles, restricciones en los espacios públicos, en las vías, parques y zonas de esparcimiento. Llegó el confinamiento como medida más drástica y severa para la población.
El segundo período apareció con la época de las buenas temperaturas y las vacaciones. Se aplanaron las curvas, bajaron las cifras de contagios, los funcionarios públicos dieron la impresión de que, por fin, la pandemia estaba bajo control. Mejoró la salud pública, a pesar de la fuerte presión a la que fue sometido el personal médico especializado en el primer período de la crisis sanitaria. Se dio la apertura de negocios, comercios, y se anunció la obligatoriedad de la mascarilla, distancia social y medidas de higiene como mecanismo preventivo.
Comenzaron a aparecer los medicamentos para la cura de la enfermedad: Remdesivir, Favipirair, Molnupirair, Ivermectina, Oleandrina, Lopinavir y Ritonavir, Hidroxicloroquina y cloroquina, el Plasma convaleciente y los Anticuerpos monoclonales, entre otros.
Nadie sabe hasta ahora, a ciencia cierta, cual es realmente efectivo y cual no, pero el verano y las vacaciones hicieron el resto. Parecía que era cuestión de tiempo para que el Covid-19 regresara a China o adónde fuere porque después de septiembre todo volvería a ser normal, y la pandemia sería cosa del pasado.
El tercer período es el de la gran sorpresa: el Covid-19 no solamente no ha sido abatido sino que se revierten los datos, se eleva, de nuevo, el número de contagios y vuelven las restricciones, empiezan a aumentar las víctimas y entran en situación de inestabilidad y riesgo los sistemas sanitarios de numerosos países.
En fin de cuentas vuelve el confinamiento.
La economía tiene más de 7 meses de decrecimiento, los trabajadores y las máquinas detenidas, el consumo de bienes y servicios a muy bajo nivel, los servicios suspendidos o trabajando al mínimo, crecen las colas para solicitar alimentos, el Estado subvenciona a quién puede, la deuda pública crece y los anuncios de programas de inversión está en la boca de políticos y líderes empresariales sin que se pueda verificar el arranque de las actividades comerciales y productivas, ni nada que se le parezca.
Tercero, cuales son las prioridades?
Las aglomeraciones de trabajadores en los sitios de trabajo son y seguirán siendo un problema prácticamente irresoluble con relación al contagio producto de la crisis sanitaria. No abundan datos acerca del teletrabajo y el peso que tiene en los regímenes nacionales, pero es un factor que mantendrá su presencia mientras no haya una vacuna confiable que permita las aglomeraciones de trabajadores en la realización de sus obligaciones laborales.
Con la pandemia, de acuerdo a la OIT, se perdieron más de 400 millones de puestos de trabajo en todo el mundo, y la tasa de desocupación ronda el 13% para el 2020[2].
En ciertas regiones como América Latina, de acuerdo con la misma fuente, el desempleo alcanzó los 41 millones de personas, lo que viene a representar un record histórico de paro, particularmente en Chile, Brasil, México y Colombia.
A lo cual debe sumarse el tremendo impacto que sobre la economía informal tiene una paralización económica como la que vivimos.
Nadie duda de que el desempleo es el principal problema a resolver en el corto plazo, pero para que para que ello ocurra tienen que iniciarse las operaciones de las empresas, de los comercios, de las dependencias públicas y las demás labores indispensables para el normal desenvolvimiento de la sociedad.
Pero nada más lejos de la realidad.
Porque en el fondo la sociedad contemporánea está concebida para realizar tareas conjuntas, compartidas, y la economía también.
Cualquiera que aspire a una cierta normalidad tiene que aceptar que ello no es posible hasta que llegue una vacuna efectiva, confiable, accesible y disponible para el planeta entero.
Hasta ahora sólo tenemos anuncios, pruebas, promesas.
Moderna, AstraZeneca, Jhonson&Jhonson, Novafax, Sanofi, Sputnik V, BNT162b1, Covid-19/aAPC, LV-SMENP-DC, son, entre otras, candidatas avanzadas a convertirse en vacunas contra el virus. En un artículo reciente, el New York Time en español registró 34 en fase 1( medición de seguridad, 14 en fase 2 (pruebas experimentales) y 11 en fase 3 ( estimación de eficacia) [3].
Mientras tanto, meses más meses menos, la economía también tendrá que esperar como nunca antes, no hay otra.
El Covid-19 acecha.
[1] “Perspectivas Económicas Globales”. www.imf.org Consultada el26/10/2020.
[2] Veáse www.ilo.org
[3] “La primera vacuna no será la solución a la pandemia”Zimmer, Carl. https://www.nytimes.com/es 14/10/220
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