Qué comienza y que finaliza con el acuerdo del Brexit 2020.
Prof. Dr. Carlos Eduardo Daly Gimón
Empecemos por lo que se termina, porque lo que comienza es bastante más extenso e impredecible.
Aunque suena antipático, y poco diplomático, hay que decir que llega a su fin el melodrama que escenificó la clase política inglesa y europea acerca de cómo iba a ocurrir la salida de uno de sus miembros económicamente más influyentes del Proyecto Integracionista de mayor importancia para europa occidental[1].
Los 28, que a partir del 1 de enero de este año son 27, comenzaron siendo 6 en 1957 en tanto que miembros fundadores[2], y aumentaron en número progresivamente hasta que se dio la incorporación de Inglaterra, Dinamarca e Irlanda el 05 de junio de 1975. El 01 de julio de 2013 se incorporó Croacia como el miembro número veintiocho de la UE. En junio de 2016, mediante un referéndum, Reino Unido aprueba con un 52% abandonar la Unión Europea.
Y comenzó el divorcio que ahora finaliza.
D. Cameron renuncia ante la pérdida de la consulta política (2016), Th. May le sigue y ya en mayo de 2019 reconoce no poder agrupar los votos necesarios para llevar a bien un tratado de salida de la UE, y, en medio de la pandemia del virus chino, B. Johnson logra los apoyos parlamentarios necesarios para que en diciembre pasado se firmara un acuerdo que encauzará las relaciones de la UE, con Inglaterra, Escocia e Irlanda en los años venideros.
Como se ve, al melodrama sólo le faltó un poco de música. Sólo eso. 4 años de indeterminaciones y titubeos.
Ciertamente, no es el fin del proceso integracionista europeo. Ni de lejos.
Pero tendrán que venir ajustes y reacomodos.
Más allá de la gestión postpandemia, de las estrategias comunes para recuperar el crecimiento económico y los niveles de bienestar, fortalecer los sistemas sanitarios y las políticas de apoyo y estabilización recíprocas, la UE tendrá que revisar el papel de la institucionalidad comunitaria en el proceso integracionista, las soberanías estatales, la toma de decisiones, el fortalecimiento del euro o las políticas sectoriales.
Quizás el Brexit sirva de aviso, de persuasión.
Porque lo que comienza en este 2021 con Inglaterra, Escocia e Irlanda está todavía por verse.
Vayamos al grano.
De aquí en adelante ya no será posible la libre circulación de personas entre el Reino Unido y la Unión Europea.
Ello significa que se requerirá visa para la permanencia de largo plazo, y también para asuntos laborales. En materia de turismo esa visa no será necesaria, y las licencias de conducir seguirán siendo válidas.
No obstante, los ciudadanos británicos deberán contar con pasaportes de al menos 6 meses de validez, y no más de 10 años de su expedición. Las autoridades europeas también podrán exigirle informaciones a los ciudadanos británicos acerca del motivo de su visita e incluso el pasaje de vuelta a su país.
El tiempo de permanencia de los europeos en Inglaterra podrá ser de hasta seis meses, aunque este lapso podría extenderse hasta 12 meses si se va a resolver problemas de salud de carácter privado, o si ese viaje tiene fines educativos o académicos.
Mucho de los beneficios se mantendrán hasta 2025 en caso de haber regularizado la residencia, en los demás casos el uso del pasaporte vigente será obligatorio.
Evidentemente, el mercado de trabajo sufrirá importantes cambios en los tiempos venideros. Inevitablemente, los británicos tendrán que cumplir con los requisitos exigidos por el país en el que quieran trabajar, y las autoridades inglesas exigirán presentación de una oferta laboral, nivel suficiente de inglés, y un nivel salarial de al menos 25.600 libras esterlinas anuales.
Para aquellos ciudadanos europeos y británicos que ya se encontraban en esos países antes del 31 de diciembre de 2020, la cosa es más sencilla pues sólo tendrán que formalizar su estatus de residente y asunto resuelto.
Por el lado académico, Inglaterra de retira del prestigioso programa Erasmus[3], aunque el primer ministro B. Johnson ha informado que su gobierno tiene previstas alternativas para los intercambios universitarios entre distintas instituciones académicas. Se estima que hay más de 450.000 estudiantes extranjeros actualmente en Inglaterra, y más allá de las opciones gubernamentales el panorama no está nada claro hasta los momentos. Se abre pues un período de negociaciones para las becas Erasmus en una transición que apenas comienza y finalizará en diciembre de este mismo año.
Uno de los aspectos principales que creó mayor zozobra e incertidumbre entre las partes negociadoras fue el impacto que tendría el hecho de no llegar a un acuerdo de cierre, y que la UE y el Reino Unido se encontraran ante la eventualidad de un Brexit duro[4].
Mucho se temía, desde luego, al impacto que ello tendría sobre los bienes y servicios intercambiados entre los 28 en el marco del Proyecto Comunitario Europeo.
Si hay algo de positivo de estas negociaciones, es que ambas partes acordaron mantener las mismas tarifas de bienes y servicios, lo que beneficiará sustancialmente el flujo de bienes y servicios entre países.
No obstante, habrá, nuevos controles y trámites que hasta 2020 no existían, todo lo cual provocará retardos y demoras en las cadenas de suministro.
Ello implica que los proveedores de servicio ingleses tendrán que adaptarse a las condiciones que fije cada Estado en particular, o en su defecto proceder a relocalizar sus negocios para mantener sus operaciones en las mismas condiciones de mercado.
En el plano geopolítico y financiero quedan aún muchas interrogantes que resolver y cuyas repercusiones irán poco a acometiéndose.
El papel de contrapeso entre Francia y Alemania que jugaba Inglaterra en el seno de la UE tendrá que encontrársele sustituto, quizá España o Italia pasen a desempeñarlo, todo dependerá de la evolución y contextualidad que se derive de la crisis sanitaria actualmente en curso.
También habrá que reemplazar la visión trasatlántica que Inglaterra aportaba a Bruselas, particularmente en las relaciones con Canadá, Australia, India o Nueva Zelandia.
Las estrategias comerciales globales de la UE tendrán que replantearse sin Inglaterra y con una guerra comercial entre China y los Estados Unidos en curso, ante lo cual cada paso del proyecto comunitario europeo es adentrarse en tierras movedizas e inestables. Habrá que ver que sale de las negociaciones de los acuerdos comerciales de Inglaterra en los meses por venir.
Hay, como cabía esperar, mucha incertidumbre.
Cómo se replanteará la libre circulación de los capitales en la UE es una de ellas.
Londres, es indiscutible, es una de las capitales económicas del mundo y faltará ver como se repartirán de ahora en adelante las operaciones de los mercados financieros entre el Reino Unido y los centros financieros europeos como Zurich, Paris o Roma. Habrá que seguir de cerca el diseño e implementación de la normativa especializada para el mercado financiero post-Brexit.
Los servicios financieros será un tema que volverá sobre la mesa de negociaciones pues representan más del 15% del PIB británico, dan empleo a más de un millón de personas en la UE, y aportan más de 80.000 millones de euros a la recaudación fiscal.
Los mercados financieros globales están repartidos entre la rivalidad norteamericana y el empuje de los mercados asiáticos, por lo que todo dependerá de una mejor cooperación financiera entre Londres y Bruselas.
Falta, eso está más que claro, mucho por construir en la era post-Brexit.
[1] No debemos olvidar que el Reino Unido es la sexta economía del mundo, detrás de los Estados Unidos, China, Japón, Alemania y Francia, con un PIB per cápita de más de $46.827 y exportaciones superiores a los 568. 7 mil millones de euros en 2018.
[2] Alemania, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y Países Bajos.
[3] Entendido como un programa para la educación, la formación, la juventud y el deporte en Europa, el Erasmus abarca un amplio abanico de actividades que involucran a una gran variedad de personas y organizaciones, con un presupuesto anual de más de 14.700 millones de euros y la participación de más de 4.000 millones de europeos. Véase: https://ec.europa.eu/programmes/erasmus-plus/about_es
[4] El Brexit duro era una posibilidad que hace todavía quince días atrás estaba en la mesa de negociaciones entre Boris Johnson y Ursula Von Der Leyen: es decir, “un Brexit con aranceles, desconfianza mutuas y demasiados rencores”. Incluso sobre los recientísimas acuerdos antes de finalizar el año entre España e Inglaterra sobre el Peñón de Gibraltar rondaba la eventualidad de un Brexit duro que finalmente se puso superar.
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