Las molestias y desajustes que supone el endeudamiento mundial en 2022.
Prof. Dr. Carlos Eduardo Daly Gimón
La economía mundial de la pospandemia está envuelta en una serie de dificultades económicas de importantes dimensiones, entre las que destacan los elevados niveles de deuda a los que tuvo que recurrir para mitigar el impacto de la grave crisis sanitaria de la que apenas empieza a liberarse.
En 2020, según el FMI, la deuda mundial ascendió a 226 billones de dólares, y esa cifra representa “el mayor aumento de la deuda en un año desde la segunda guerra mundial”[1].
Y, como bien se sabe, la gestión de la deuda es un factor decisivo para el desarrollo y el bienestar.
Antes de que las vicisitudes ocasionadas por el Covid-19 impactaran a los sistemas productivos internacionales, los niveles de endeudamiento eran bastante elevados, pero de allí en adelante aumentaron en un 28% hasta alcanzar 256% del PIB a escala planetaria. Como suele ocurrir, la deuda pública es la que mayor importancia tiene en los niveles totales de deuda con un 99% del producto mundial bruto, y la deuda privada le siguió aunque a un ritmo bastante más moderado.
Las causas del endeudamiento excesivo de las naciones tiene como antecedente la grave crisis financiera del 2008, a lo cual se añadió en los años siguientes los reiterados déficits fiscales y el crédito al consumo a tasas moderadas, lo cual ha facilitado la contratación de deudas crecientes.
Ciertamente, la crisis sanitaria del 2020 fue repentina e imprevista, y la necesidad de tener que recurrir a medidas de política económica excepcionales también. La suspensión del pago de las hipotecas, el diferimiento de la cancelación de los impuestos, la atención crediticia a las empresas en dificultades, las rebajas en las cotizaciones de la seguridad social, el financiamiento a la reducción de las horas de trabajo, sirvieron de acciones contracíclicas para evitar mayores consecuencias sociales y desequilibrios productivos sobre las naciones.
El endeudamiento ulterior al que nos hemos referido era desde luego inevitable.
Las naciones de mayor nivel de endeudamiento son los países desarrollados, quienes han visto aumentar significativamente sus compromisos externos e internos del 70% al 124% entre 2007 y 2020. A China hay que incorporarla en ese selecto grupo de países altamente endeudados, con un 57,12% del PIB con tendencia al alza.
Los países menos desarrollados han desempeñado un rol más bien secundario pues contrajeron menores niveles de deuda durante la crisis sanitaria, en razón de que tuvieron un menor acceso a los fondos a escala internacional, y, desde luego, a tasas de interés más altas. En términos generales, la deuda externa del mundo de menor desarrollo sólo aumentó de 1 a 1.2 billones de dólares, y ese endeudamiento ocurrió más que todo para el sector público. Estos países tienen pues niveles inferiores de deuda pero su capacidad productiva y crecimiento les crea serias dificultades para cumplir con esos compromisos y a la vez apoyar la recuperación de la economía y el bienestar de la población.
Las consecuencias del aumento de los niveles de deuda son de diversa índole, y a lo cual habrá que hacer frente a los meses y años siguientes.
Una de esas variables es la inflación.
Efectivamente, el aumento de los precios ya se deja sentir con fuerza en innumerables países, y los índices de precios de los bienes de consumo han llegado a duplicarse en países como los Estados Unidos y en varias economías europeas acostumbradas a un férreo control de la inflación.
No es posible achacar, desde luego, el impulso de la inflación únicamente a los desajustes fiscales y a los altos niveles de endeudamiento, pero son factores que alimentan y distorsionan la dinámica de las economías en la pospandemia.
También vinculado con la inflación, el costo del dinero es cada vez más alto en razón de las estrategias adoptadas por los Bancos Centrales para intentar restarle el impacto monetario al alza de los precios, lo cual redunda en tasas de interés más altas, y por ende, mayor costo financiero para las empresas y los hogares.
La elevación de los costos del dinero afecta, de igual manera, al pago de las obligaciones en materia de deuda contraída por los Estados, lo que los obliga a destinar una porción creciente de los presupuestos a atender el servicio de la deuda, y se plantea incluso la posibilidad de que algunos gobiernos puedan verse imposibilitados de cancelar sus compromisos y, por ende, caer en moratoria, tal como ha sido el caso de Argentina y sus reiterados incumplimientos con sus compromisos internacionales.
De igual manera, los Bancos Centrales han procedido a reducir sus adquisiciones a gran escala de deuda pública y demás activos de diversa índole, lo que en fin de cuentas terminará afectando la recuperación económica de los países y, desde luego, sobre las políticas presupuestarias en curso[2].
El enorme endeudamiento en el que se encuentran inmersos numerosos Estados y empresas de todo el mundo representa, a no dudarlo, una vulnerabilidad que requiere acciones decisivas que permitan alcanzar los equilibrios necesarios para lidiar con la deuda y controlar los niveles inflacionarios presentes en la economía.
Habrá entonces que atender las dificultades presupuestarias al tiempo que mantener y acrecentar la confianza de los mercados, así como impulsar una mayor cooperación internacional que permita ayudar a los países de menor desarrollo relativo a encontrar la vía hacia un crecimiento y desarrollo sostenible.
[2] Tomado de “La dette mondiale atteint un niveau record de 226 000 milliards de dollars”.Vitor Gaspar, Paulo Medas et Roberto Perrelli le 15 décembre 2021. Blogs Actualités Liens útiles.
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