Elon Musk ya tiene su Neuralink para escudriñar la mente humana.

 



Elon Musk ya tiene su Neuralink para escudriñar la mente

 humana. 

 

 

 



                                                       Prof. Dr. Carlos Eduardo Daly Gimón




¿Es posible creer que  Elon Musk decidió  desarrollar a Neuralink para combatir las discapacidades que afectan la salud de los seres humanos?

¿Será posible tanta generosidad en uno de los hombres más afortunados del mundo entero?

Neuralink no va en esa dirección, pareciera ser la respuesta más pertinente.

Y Elon Musk tampoco, valdría la pena agregar.

Porque, a corto plazo, nadie duda de que puedan utilizarse los interfaces cerebro-computadoras para tratar pacientes con problemas de desórdenes neurológicos.

Pero este asunto va más allá, mucho más allá.

Porque en fin de cuentas, se trata de utilizar la inteligencia artificial para alcanzar objetivos comerciales.

Es un dilema que, ostensiblemente, se puede enunciar de esta manera: el desarrollo actual de la Inteligencia Artificial (IA) plantea retos singularmente importantes para la humanidad pues dado el nivel actual de los avances alcanzados, estamos ante la eventualidad de que esta pueda llegar a superar las capacidades de la mente humana.

Ante dudas de esta naturaleza, la respuesta de Elon Musk es apoyar  y perfeccionar sistemas de Interfaces cerebro-computadoras que permitan conformar una especie de capa de IA sobre la corteza cerebral y así ampliar las capacidades neurológicas del cerebro humano.

Y para ello nace Neuralink.

Creada en 2016, Neuralink es una empresa del poderoso consorcio empresarial del inversionista norteamericano (Tesla, SpaceX, Solar City, Hyperloop, OpenAI, The Boring Company, entre otras) especializada en el campo de la tecnología neunoral, cuyo objetivo principal el desarrollo de interfaces cerebro-computadora, o. Brain-Machine Interface (BMI).

Y para ello habrá que implantarle a los seres humanos unos dispositivos en el cerebro para complementar las necesidades humanas y así perfeccionar aplicaciones que permitan mover brazos robóticos, aplicar electrodos y otros instrumentos para sincronizar el cerebro con las computadoras.

Esto permitiría mejorar la capacidad de atención, la memoria funcional, y hasta se podría pensar en mejorar habilidades en campos determinados del conocimiento científico.

Dicho de otra manera, la instalación de electrodos en el cerebro permitiría un conjunto de estimulaciones que descubriría nuevas vías de exploración y uso de la mente de los seres humanos.

Son revelaciones que no solamente abren un mundo desconocido tanto para la ciencia como para el conocimiento común, sino que nos adentra en escenarios de riesgos y contingencias que nos acercan a la ciencia ficción.

En declaraciones de septiembre de 2022, E. Musk aseguró que en un futuro no muy lejano sería posible  “grabar y ver nuestros recuerdos”, y por si fuera poco, el multimillonario dejó entrever que hasta se podría sincronizar la memoria con un “cuerpo robotizado”.

Aunque sorprendentes y, por momento alucinantes, estas propuestas crean dudas y suspicacias en cuanto a los resultados que se puedan alcanzar.

Por ejemplo, para la neurociencia está claro que se desconoce hasta dónde puede llegar en el acoplamiento del cerebro a las computadoras.

Es decir, se puede mejorar las capacidades cognitivas pero eso sólo es posible a costa de otra función cerebral. Incluso, ante esa misma función cognitiva se corre el riesgo de que también sea una función de carácter emocional y hasta moral podría decirse.

Desde el punto de vista de los beneficios que pueda aportar Neuralink, en la etapa actual se desarrollan experimentos con animales que tienen por finalidad la fabricación de dispositivos médicos, y, posteriormente se accederá a las aplicaciones no médicas para ampliar la capacidad de comunicación con el cerebro.

En la medida que esta tecnología se desarrolle podrá ser utilizada por amplios sectores de la población.

¿Es posible que una vez instalado el dispositivo en nuestro cerebro se puedan llegar a controlar nuestros pensamientos?

La respuesta del sector científico es una significativa desconfianza y escepticismo ante los planteamientos de Neuralink y su principal vocero E. Musk.

La neurociencia duda de que estas afirmaciones tengan sustento y viabilidad a mediano y largo plazo.

“El registro y la utilización de la actividad cerebral tanto a nivel de neurona como a nivel de campo es algo que la neurociencia ya viene haciendo desde hace años, ha afirmado Menendez Prida, Directora del Laboratorio de Circuitos Neuronales del Instituto Cajal de España.

O como lo resalta Ignacio Morgado de la Universidad de Barcelona, son aseveraciones plausibles pero un tanto apresuradas.

Y completa su argumentación con criterios seriamente sustentados: “se necesita la autorización de la propia persona a la que se le implanta (“el microchip”), y, por supuesto, la aprobación de los sistemas científicos de cada país”.

Falta ver los debates éticos que se derivan de las propuestas de E. Musk: la manipulación mental de los seres humanos.

¿Es posible que pueda darse un control mental por parte del propietario/gestor de esta tecnología, y, consecuentemente, una manipulación de las conductas humanas?

Científicamente ello no es posible en la actualidad.

Hasta ahora se ha llegado a lo conocido como interfaz cerebro-máquina, el cual permite que el computador registre la actividad cerebral y pueda procesarse por medio de unos comandos y moverlos por medio de brazos robóticos dirigidos por tu propia actividad cerebral, pero más allá no ha sido posible avanzar.

Y las dudas son mayores cuando ante la posibilidad de que, como se mencionó con anterioridad, los recuerdos de alguna persona podrían ser transferido mediante los microchips, bien valdría la pena preguntarse a quién pertenecen esos recuerdos, es decir, ¿pueden ser propiedad privada los recuerdos de cualquier persona?

Podría afirmarse que en ese momento se daría una especie de privatización de los recuerdos; cuestión inimaginable y a todas luces ilegal.

Queda por ver lo que la ciencia y sus augurios nos deparan.

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