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    Prof. Dr. Carlos E. Daly Gimón


                    La IA es, por sobre todas las cosas, un problema de Estado.


El desarrollo tecnológico se ha convertido en la esencia misma del sistema capitalista, y la Inteligencia Artificial (AI) es una etapa en ese proceso que no cesa de avanzar. 

Cada vez hacia horizontes más elevados y desconocidos.

A veces sorprende, otras veces produce sobresaltos.

Las técnicas de la IA ya está en manos de Microsof, de Meta, Google, y de otros líderes empresariales que exploran aplicarla en ciertos sectores prioritarios pero que, no nos quepa la menor duda, se utilizará para sacarle el mayor provecho posible para sus intereses comerciales y estrategias corporativas.

Reconocidos científicos e investigadores como Yoshua Bengio y Geoffrey Hinton, han hecho llamados de alerta y advierten sobre la implementación de estos sistemas cada vez más avanzados, y, también, por supuesto, acerca de los daños que el desarrollo tecnológico puede causar a toda la humanidad. 

La IA, ese ya es bien sabido, puede afectar de manera sustancial a actividades como eliminar millones de puestos de trabajo en el mundo entero, difundir informaciones erróneas a una escala aún desconocida, y que pudiera llegar a poner en riesgo la existencia social misma, o, incluso, sustituir a escritores, diagramadores o llenadores de formatos en las redes sociales.

Eso sin contar que la IA ya es objeto de una competencia cada vez mayor entre los diversos actores del mercado que aspiran a disponer de lo más avanzado en esta materia.

Falta ver de qué manera actuará el Estado frente a un reto de tales dimensiones.

No se trata únicamente de dictar las normativas que estipulen los límites mismos de uso de la IA, cosa que es de por sí indispensable.

Se trata de alcanzar los consensos necesarios para el uso masivo de la IA.

No se puede dejar en manos del mercado la determinación y alcances de la aplicación de la IA, así como tampoco debe el Estado desentenderse de los serios problemas éticos que ello plantea, y sus consecuencias sobre la sociedad entera.

Corresponde pues al sector político, al liderazgo nacional, aportar resoluciones que den respuesta a corto plazo a los asuntos que conciernen a la IA.

Porque de los que se trata es comprender a cabalidad que el futuro de la civilización está en juego, y que, como dijeron recientemente los científicos que divulgaron un importante documento  público sobre tan importante asunto, la IA representa una seria amenaza existencial que puede comparársele a una guerra nuclear, las pandemias, el impacto de un asteroide sobre la tierra o al propio cambio climático.

Se trata de una prioridad global que afecta la seguridad y defensa de las naciones.



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