Temas de actualidad.
Guerra y hambre asolan el siglo XXI.
Prof. Dr. Carlos Eduardo Daly Gimón
Parece ficción pero es una tremenda realidad: ya en la segunda década de este tercer milenio, una época en que se ha prometido a diestra y siniestra el bienestar y el progreso, nos encontramos con que los conflictos armados crecen y se multiplican, y que cada vez son más los países involucrados en enfrentamientos militares por una diversidad de intereses y de objetivos que vuelven cada vez más difícil la convivencia pacífica y civilizada entre las naciones.
Pero no todo se queda en disputas entre naciones.
Más recientemente, en un interesante informe de ACCIÓN CONTRA EL HAMBRE, esta importante ONG revela en su página Web que existe una correlación directa entre las guerras y el hambre.
Así, según la fuente citada, más del 85% de los 258 millones de personas en el mundo que sufren hambre en su fase más severa viven en países afectados por conflictos e inseguridad.
Es un dato estadístico de gran importancia que pone en evidencia la correlación directa existente entre aquellas zonas o regiones de mayores dificultades para satisfacer sus necesidad alimenticias mínimas, y la existencia de pugnas y rivalidades en esos mismos territorios.
En realidad, ese vínculo no es nada nuevo. En 2018, las Naciones Unidad adoptaron por unanimidad la Resolución 2417 que resalta la conexión ya identificada para aquel momento entre los conflictos y el hambre.
El punto es que en la medida en que el hambre crece y se multiplica en diversos continentes, eso alimenta los conflictos militares, lo que explica la proliferación a una mayor escala de los enfrentamientos armados.
Lo cual incrementa a su vez, los desplazamientos forzosos, la contaminación por minas, la afectación de las tierras, el acceso a los alimentos y hasta el consumo de agua potable.
Actualmente hay cerca de 110 conflictos en el mundo, y una marcada tendencia a que se den más y más rivalidades por causas relacionadas con el hambre, tal como fue señalado con anterioridad.
Lo cual significa, en fin de cuentas, que el problema de fondo es la existencia de una cantidad absurda y desmedida de familias que no tienen acceso a las condiciones mínimas para su sustento, y que, además, están dispuestas a todo para alcanzar lo que según las mismas Naciones Unidas es un derecho humano esencial como es el derecho a la alimentación.
Si hay algo de lo cual tiene que ocuparse el liderazgo mundial responsable y comprometido con el futuro de la humanidad es al descenso, en los plazos más breves posible, de los niveles de hambre y de sufrimiento que sacude a gran parte del planeta.
Más que el cambio climático y los asuntos medioambientales, el hambre es la calamidad que mas azota nuestra época.
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