Temas de actualidad. 

Los coches eléctricos chinos: una competencia sucia.



            Prof. Dr. Carlos Eduardo Daly Gimón


A propósito de la creciente incursión de los coches eléctricos chinos en la economía internacional, Ursula van der Leyen, presidenta de la comisión europea, ha dicho recientemente que la competitividad entre naciones tiene que ser leal.

A que se refiere la más alta funcionaria de la Unión Europea?

Vayamos por partes.

Competitividad , en su sentido más amplio, significa “el conjunto de instituciones, políticas y factores que determinan el nivel de productividad de un país”(weforum.org).

Pero el concepto de competencia tiene una connotación más específica, en razón de que las empresas en las economías de mercado tienen que competir para alcanzar posiciones de liderazgo, tanto interna como externamente, y en esa dinámica económica tienen que demostrar capacidades suficientes en cuanto a:

  1. Incrementar la satisfacción de los clientes.
  2. Reducir los costes de operación.
  3. Desarrollar nuevos productos y servicios.
  4. Mejorar los procesos y el desempeño.

En otras palabras, las empresas competitivas son más eficientes,  tienen mayor capacidad de organización, de liderazgo, y por tanto, más productivas.

En el caso de la producción de vehículos eléctricos, la competencia entonces se establece y se determina en los mercados, lo cual quiere decir que el posicionamiento en el comercio y en la productividad viene dado, estrictamente, por la gerencia y por una efectividad organizacional a toda prueba.

Cuando no es así estamos en presencia de una competencia distorsionada, o, como la hemos denominado, competencia sucia.

Esto ocurre, por ejemplo, cuando las empresas de coches eléctricos chinos recurre al amparo del Estado para lograr producir a menores precios en los escenarios nacionales e internacionales, y así desplazar a sus competidores.

Son diversos los mecanismos empleados a tal fin.

El factor fundamental de esta estrategia, es la inyección de dineros públicos a las empresas mediante subvenciones estatales para que puedan fabricar y vender sus vehículos a precios inferiores a las demás empresas.

Pero no es el único.

También está el financiamiento a las empresas automotrices en condiciones preferenciales por parte del sector público, a lo que cabría agregar que también se dan tratamientos impositivos con marcadas ventajas, o incluso la transferencia directa  de fondos.

Obviamente, este tratamiento favorable al sector empresarial resulta difícil de rastrear en el marco de las políticas públicas del gigante asiático, en razón de la conocida opacidad de los negocios y actividades del sector estatal en ese país, la ausencia de controles eficaces e independientes por parte de fuerzas políticas y/o económicas distintas al partido comunista chino, y porque, en fin de cuentas, lo que importa es el cumplimiento de los planes quinquenales, y en la actualidad, con el Plan 2021-2025.

Así no encontramos ante la falta de lealtad a la que se refiere Ursula Van der Leyen.

1. Los vehículos eléctricos chinos son más baratos que los de la Unión Europea, e incluso, que la mayoría de sus competidores en el mercado.

2. Las políticas energéticas de los países europeos, y de varios otras naciones, han fijado el 2035 como el año en que serán sustituidos los vehículos a combustión, por lo que desde ahora se ha iniciado una carrera de reemplazo de los coches tradicionales por coches mixtos o totalmente eléctricos, con miras a reducir las emisiones de CO2 y combatir así el cambio climático.

3. China goza, además, de una ventaja especial en cuanto a las cadenas de suministro, y que se refiere por sus enormes capacidades de

acceso a minerales estratégicos que resultan esenciales para la fabricación de vehículos mixtos y/o eléctricos. Nos referimos al litio, el cobalto, el níquel y el manganeso.

Ante este panorama, la Unión Europea, y también los Estados Unidos y otros importantes fabricantes de vehículos, han tomado iniciativas para adoptar medidas que puedan compensar  las evidentes ventajas de las empresas chinas en la producción de los nuevos vehículos que ya inundan los mercados.

Los gobiernos de esos países tienen planteado, eventualmente, imponer aranceles al ingreso de los coches chinos para así equilibrar la diferencia de precios que en este momento es claramente favorable a los productores de vehículos chinos.

De darse esta posibilidad, la hasta ahora llamada guerra comercial entre Estados Unidos y China se ampliaría a la Unión Europea, al menos en materia automotriz, lo que podría llevarnos a poner en duda el llamado libre comercio y las reglas que a tal fin ha dictado la Organización Mundial de Comercio, y que hasta donde sepamos están plenamente vigentes.

La competencia leal, a veces, acarrea acciones de fuerza porque los intereses en juego son cuantiosos y determinantes en el crecimiento y bienestar de las naciones.

Esto lo sabe, perfectamente, Ursula van der Leyen.




Comentarios